VUELVE a discutirse en el seno del PSOE la posibilidad de adelantar las elecciones generales. Es un debate soterrado, puesto que la doctrina oficial es que la legislatura acabará en marzo, cuando corresponde, tesis proclamada por Zapatero y respaldada ayer mismo por el secretario de Organización del partido, Marcelino Iglesias. La idea central que sustenta esta hipótesis es que en la actual situación económica y con las reformas emprendidas y no concluidas por el Gobierno no conviene someter al país a la vorágine de una campaña electoral que proyectaría una imagen de crispación negativa para los intereses de España. Hay otra razón, relacionada con el interés del Partido Socialista: le hace falta separar temporalmente lo más posible las elecciones generales de las recién celebradas autonómicas y municipales a fin de reducir el efecto arrastre sobre la tendencia de voto, muy favorable al Partido Popular. Pero precisamente de esta situación han sacado sus argumentos los socialistas favorables a que se convoquen anticipadamente las elecciones generales. Por una parte, los comicios en otoño no supondrían, políticamente hablando, un verdadero adelanto, puesto que quedaría poco tiempo activo del Congreso y el Senado antes de marzo. Por otra, el Gobierno socialista podría beneficiarse de los datos más favorables de empleo que se registrarán en todo el periodo estival, datos que en el invierno volverán, probablemente, a empeorar. Y en tercer lugar, tras el 22-M, los nacionalistas vascos y catalanes se han alejado del PSOE de manera ostensible, lo cual pondría en peligro la aprobación de los presupuestos de 2012, la única iniciativa legislativa de relieve que le queda al actual Parlamento. Por nuestra parte, pensamos que el modelo de gobierno de Zapatero está agotado, que su fracaso en afrontar la crisis económica es evidente y que la mejor salida es preguntar cuanto antes a los españoles qué rumbo quieren emprender en los próximos cuatro años. La convocatoria en otoño sería conveniente.