Res Pública

José Antonio Montilla

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Cordón democrático

Impedir que esas posiciones políticas puedan convertir su ideario en leyes es una obligación de cualquier demócrata

Me interesa más lo que ocurra con la formación del Gobierno en Castilla y León que la crisis del PP. Cierto es que el enfrentamiento en público y a muerte política entre Casado y Ayuso es insólito, con las acusaciones de espionaje y corrupción; las manifestaciones contra el propio partido; los editoriales pidiendo dimisiones o las encuestas en caliente. Pero mientras estamos entretenidos con el espectáculo puede ocurrir algo más trascendente para la política española, y europea, como es la entrada de Vox en un gobierno autonómico.

La crisis del PP concluirá con o sin Congreso extraordinario, con o sin Casado y con Ayuso tocada pues si tu hermano recibe ¡sólo! 55.000 euros del Gobierno que presides no puedes librarte de la responsabilidad política. Pero no es ni la primera ni la última crisis de un partido en España. Lo que supondría un cambio estructural en la política española es la entrada en un Gobierno de quienes cuestionan la democracia pluralista. La pasada semana lo expresaba un diputado de Vox en el Congreso. Para ser español no basta con haber nacido en España o tener el DNI. Es preciso tener una determinada raza o una determinada religión. Y se puede añadir una determinada orientación sexual pues para eso están las leyes que persiguen la homosexualidad en Polonia o Hungría. Es difícil imaginar una defensa más nítida de la discriminación que la Constitución prohíbe y, en definitiva, de lo que se ha denominado la democracia iliberal, en la que el nacionalismo sustituye a la separación de poderes o a la protección de las minorías.

Impedir que esas posiciones políticas puedan convertir su ideario en leyes es una obligación de cualquier demócrata. Así lo han asumido en la mayor parte de los países europeos. Sin embargo, en España existe una corriente política y mediática que ha normalizado, e incluso apoya, la llegada al poder de nuestro Orban.

Hay quien sostiene que aplicar un cordón democrático (pues hablamos de democracia) a la extrema derecha la refuerza electoralmente. Sin embargo, Applelbaum, en 'El ocaso de la democracia', demuestra que no ha sido históricamente así. Pero, además, ese cordón democrático tiene una virtualidad añadida. Sirve para poner a sus votantes ante su propio espejo. Les obliga a ser conscientes de lo que votan. No es 'lo nuevo' o quienes 'dicen las cosas claras' sino que, por un lado, lo mismo dijeron hace cien años, con las trágicas consecuencias que la historia nos recuerda, y eso que dicen de forma tan clara supone negar derechos humanos a las personas por su raza, su sexo o su orientación sexual.

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