Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Coronavirus político

Deberíamos utilizar mascarillas para protegernos del virus letal de la contaminación política

El coronavirus -o Covid 19- se ha convertido en una nueva plaga bíblica, cuyos efectos colaterales -aparte de los muertos e infectados en China y otros lugares- se reflejan en la economía, el deporte, la ciencia y otras manifestaciones colectivas. En Barcelona ya se ha suspendido el Mobile World, con 500 millones de pérdidas. Pero los españoles empezamos a advertir otro virus letal que ha vuelto a reaparecer con síntomas alarmantes. Los políticos se han convertido en los transmisores de las tradicionales enfermedades endémicas nacionales, entre ellas el enfrentamiento cainita de dos supuestas Españas, comodín de la falsedad para abrir trincheras de intereses, ante las cuales los ciudadanos deberíamos utilizar mascarillas para protegernos del virus letal de la contaminación política. En el Congreso se manifiestan con peligrosa intensidad esos síntomas del enfrentamiento secular. A un lado está el PSOE, el cogobernante Podemos, y todos los socios que los apoyan, entre ellos nacionalistas e independentistas catalanes, gallegos, vascos, incluyendo a los filoetarras. Al otro, el PP, Ciudadanos y Vox, con su extremismo grotesco. Uno, con su escuálida mayoría, necesita apoyos, por los que tiene que pagar una alta gabela para subsistir en el poder, como ocurre con los independentistas, aceptando su racismo y xenofobia antiespañola -grotesca también es la racista alcaldesa de Vic que propugna no hablar castellano con los que no parezcan físicamente catalanes-. El otro, simplemente, no suma ni aceptando las tesis de sus extremos. Por lo tanto, el Parlamento es un esperpéntico diálogo de besugos. Cualquier tema sirve para la confrontación. Ahí tenemos el importante de la Eutanasia o el caso venezolano, que han cargado en las espaldas de otro imitador de versiones distintas, el ministro Ábalos, aunque Sánchez se ha apresurado a obedecer a Iglesias -defensor de la dictadura chavista- y degradar a Guaidó a simple 'jefe de la oposición', pese a considerarlo, poco antes, 'presidente encargado' de establecer la democracia.

Ya se vislumbran otros temas de la máxima actualidad, como una nueva resurrección de Franco y su abominable dictadura, que servirá para ocultar inconfesables reformas del Código Penal para liberar a los golpistas que acabarán influyendo en la gobernabilidad de España a través del tándem Sánchez-Iglesias. Y así cualquier cosa que sirva para mantener el virus de las dos Españas, cuya vacuna hemos olvidado. El espíritu de la reconciliación, tras la muerte del dictador, ha desaparecido, imponiéndose viejas y peligrosas enfermedades autóctonas, ante las cuales estaría justificado que los españoles saliéramos con mascarillas a la calle y que los políticos guardaran larga cuarentena para no contaminarnos a todos.

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