Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Cortesana 2.0

Nos vamos acostumbrando a las pestilencias y, claro, la capacidad de tener arcadas nos insensibiliza

Resulta estomagante ver a 'La Corina' declarando por videoconferencia desde Londres en el juicio del espía-pocero, el comisario Villarejo. Vomitivo y de la T.I.A. Por el asunto, por los personajes y por la pestilencia que emana desde semejantes cloacas de un Estado que destapa traiciones y blanqueos de capitales.

Mientras que estos sujetos remueven su trocito de lodazal, ves a gente pasando literalmente hambre. Pero ¿a quién le importa cuando el glamour de Corina se ve rebajado a los juicios? Nos vamos acostumbrando a la pestilencia y, claro, la capacidad de tener arcadas nos insensibiliza.

Esta ex princesa entre el lodo fue la 'amiga' del emérito. Descartados los adulterios, este presunto lío de faldas del que borboneó impune nos queda como medida de una razón moral general en la que solo importan los asuntos del bolsillo. A 'La Corina' -que es como todos la llaman, aunque en las noticias le llamen 'empresaria'-, no se le conoce más oficio que el de 'consigueamigos' para luego gestionarlos y así entrar en beneficios. Todo muy legal, por supuesto. Pero cuando lo legal, lo ideal, lo mejor y lo bueno se confunden con sus opuestos resulta esta tela de araña que nos oprime a todos hasta el grave defecto de discreción de juicio.

En clara pugna histórica con las icónicas madame Pompadour y demás 'amigas' de reyes, al emérito (al que popularmente se le ha privado ya del título de rey que la ley sí le mantiene) le ha dolido tanto el bolsillo como el alma en este presunto trapicheo de millones que cambiaban de cuentas y de nombre para ocultar los regalos de jeques como gratitud a tantos favores, con sospecha de mordida de aquel que ya cobraba por ejercer sus funciones. Y 'la Corina', oportuna y presuntamente, allí en medio de colaboradora necesaria.

Me gustaría ver algún día un encuentro entre la reina, aún con prestigio, y esta señora. El cruce de miradas y cuánto se aguanta los ojos prusianos clavados en las pupilas festoneadas de vótox. Mientras tanto, ahí sigue ella impertérrita declarando desde Londres. Porque ni para airear trapos sucios de los magnates de su entorno es capaz la otrora princesa de bajar al ruedo ibérico. Y ahí estaba, toda de negro hasta el lifting vestida, explicando lo inexplicable de sus líos con espías en un inglés muy fino mientras que su 'amigo' caído espera entre las jaimas o la muerte o el oprobio o el olvido.

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