El micro-ondas

Agustín Martínez

Cortina de humo

DESDE que el mundo es mundo y la humanidad inventó las guerras para que no se nos desmandara aquello de la población, los generales y estrategas, pasados y presentes, han utilizado el humo para impedir la visibilidad al enemigo y, por tanto, impedirle ver lo que se le podía venir encima. El humo, utilizado así como arma de distracción, oculta a nuestra mirada aquello que hay detrás y que sin duda es mucho más importante. Algo así ha debido pensar nuestro arcarde y general en jefe con la historia de la retirada de la escultura de Pérez Villalta que corona la fachada del Palacio Consistorial. Cinco años después de su llegada a la Plaza del Carmen, el generalísimo Torres ha decidido que ya es hora de que el caballo encuentre otros pastos, lejos de su cuartel general.

Pero no vayan ustedes a pensar que tan eximio estratega responde con el traslado del equino a la insostenible presión popular ni a las manifestaciones diarias de ciudadanos, exigiendo el traslado del "instante preciso". No, ante la delicada situación en que parecen encontrarse sus divisiones, acosadas en diferentes frentes por inesperados enemigos, nuestro comandante en jefe ha decidido recurrir a la vieja estrategia de la ocultación de sus huestes para así distraer a las tropas adversarias. Y qué mejor para ello que utilizar al congénere de Babieca y Bucéfalo para que con sus idas y venidas, entretenga al personal.

Porque al mariscal Torres se le acumulan los problemas -"problemillas", como los calificaría la brigradier Nieto-; su PGOU, con la invasión programada de varios millones de metros cuadrados de suelo protegido en la Vega, no parece que vaya a tener muchas posibilidades de éxito ante el no pasarán anunciado por la Junta de Andalucía; los 18 millones de euros, que las arcas municipales deberán de abonar a los propietarios de los terrenos del PTS; las investigaciones abiertas por la Fiscalía, eso sí, por algunas minucias intrascendentes; la bancarrota de las arcas municipales ante la falta de ingresos provenientes del ladrillo y la anunciada invasión de los bárbaros del botellón anunciada para dentro de diez días. Todo ello hace sin duda aconsejable una hábil y brillante maniobra de distracción para que el enemigo se despiste, cuándo no se ciegue con el humo.

Ante semejante acoso, nuestro Napoleón particular recordó que ya hace cinco años un caballo, un simple caballo, contribuyó de manera considerable a su rotunda victoria ante los enemigos de la coalición rojiverde-patapollo y como él es un hombre de recursos ha decidido sacar a pasear al congénere de Pegaso, Janto, Strategos o Incitatus para ver si con esta genial maniobra de distracción las huestes enemigas se desconciertan lo suficiente como para que escampe.

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