La esquina

josé / aguilar

Cortocircuitos fallidos

POR qué tiene que sentarse hoy a declarar ante un juez la hija del Rey de España? ¿Por qué la infanta Cristina de Borbón ha de responder, con paseíllo o sin paseíllo ante cámaras y chusma, como imputada en delitos graves de corrupción? Básicamente, porque vivimos en una sociedad democrática, sometida al imperio de la ley y regida por el principio de igualdad jurídica, enemigo acérrimo de la impunidad (proclamada con ardor por los que ya han decidido rechazar todo lo que no sea la culpabilidad y condena de la Infanta.

Bueno, también camina doña Cristina hacia algo parecido anímicamente a un banquillo de los acusados porque han fallado los cortocircuitos que podrían haberle librado el vía crucis que se ve forzada a recorrer. Su esposo, Iñaki Urdangarín, y el socio -compinche- de éste, Diego Torres, quizás habrían eludido el trance penal si hubieran pactado con la Agencia Tributaria un arreglo de sus faltas y desarreglos fiscales. Incluso cuando este cortocircuito se fastidió y el caso pasó a instrucción judicial el ex campeón de balonmano tampoco aceptó el pacto de conformidad que le impelía a devolver el dinero ilícitamente cobrado y asumir una condena de cuatro años de cárcel. Su soberbia y desahogo lo conminaron a declararse inocente. Ahora la Fiscalía le pide no cuatro años de cárcel, sino doce. Ha salido perdiendo.

Pero la que ha salido perdiendo de verdad ha sido su esposa. El bloqueo de Urdangarín con Hacienda y su desacuerdo con el ministerio público han orientado la estricta lupa del juez Castro hacia el papel de la infanta, copropietaria de la sociedad familiar beneficiaria de los fondos públicos irregulares y presunta coautora de fraude fiscal y blanqueo. El fiscal no la ve culpable, pero ya admite una responsabilidad civil que implicaría el resarcimiento del dinero indebidamente percibido (a medias).

Tampoco es que ella haya actuado con inteligencia en el manejo del control de daños. Debió prestarse a declarar ante el juez en cuanto se vio implicada en el escándalo sin esperar a ser imputada. Más aún, estaba obligada a separar su suerte de la de la Familia Real, planteándose la renuncia a sus derechos sucesorios. Seguiría siendo, cómo no, hija del Rey y hermana del Príncipe, pero no haría más daño a la Monarquía, que ya ha sido demasiado baqueteada por su propio titular. Este cortocircuito dependía enteramente de su voluntad y sacrificio. También ha fallado.

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