Los bancos de las plazas cotizan al alza. Es parte de los nuevos usos sociales derivados de la realidad que crea esta improvisada legalidad pandémica. Mi apreciado profesor y filósofo del Derecho, Mariano Maresca, lo explicaba muy bien en sus clases: la ley crea realidad al dictar qué se puede y qué no se puede hacer (legalmente). Y de ahí que veas ahora a tanto desocupado con el café, o el 'chogüarma' o el 'croasán' y el batido buscándose un banco mínimamente limpio para tomárselo al estilo transeúnte. Solo que el callejero sobrevenido igual lleva ropa de marca.
Así, ves a los marginales con solera desplazados de sus espacios. El hombre blanco hetero con sueldo y coberturas está desplazando al marginal. Paisaje extraño en mitad de esta extrañeza general.
Surge la añoranza de la tapa en barra. Por eso y por huir de la amargura procuro aferrarme a lo poco bueno que se va contando por los vertederos informativos, ese espacio tomado por la propaganda donde te cuelan como información la información opinada o directamente manipulada. Y no digamos ya los voceros apocalípticos que lo ven todo esto como la última conspiración orwelliana de una mano negra orquestada por un trust maquiavélico ideado por Bill Gates y gente así de desocupada que, según esa versión solo descubierta por unos pocos con acceso a dosieres ultra secretos que solo ellos tienen. La paranoia y las manías persecutorias, la neurosis de que todo esta contaminado están a la orden del día. Menos mal que tenemos Miguel Bosé o Alaska para estar avisados.
Con la conspiranoia encima y por ver gente humana desvirtualizada, tangible, y quejarte a gusto con algún semejante aunque sea un desconocido, hemos tomado al asalto las plazas. Dan para mucho: te pides tu pizza con lata y lías la hebra con alguno en plan botellón pero con chaqueta y mocasines allí, en tu banco, descubriendo que quizás el indigente ligero de equipaje tenía mucho más de lo que tú vas a tener en toda tu asquerosa vida vírica, a saber: un banco donde comer, un techo cuajado de nubes que le cobija y una calle por la que pasear enmascarado para ver la vida gris ésta de locales todos en alquiler o cerrados pasar ante ti como en una distopía del peor de los relatos de un mundo al revés que todos ansiamos ya que quede pronto en el olvido.
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