cámara subjetiva

Ángeles Mora

Covent Garden

AYER vivimos una experiencia nueva en una plaza única, especial: en la plaza de Covent Garden en Londres. Éramos cuatro amigos -tres granadinos- y decidimos pasar la mañana en la plaza, como tantos extranjeros que visitan Londres. Covent Garden es sin duda uno de los varios corazones que laten en esta magnifica ciudad, un centro cívico lleno de color y transpirando vida por los cuatro costados. Por esta plaza deberían darse un paseo alguna o algunas de nuestras autoridades municipales que tanto restringen la vida artística y cultural en nuestras calles y plazas. En Covent Garden artistas de todo tipo -actores, cantantes, músicos, mimos- encuentran su rincón para amenizar el rato a la gente que pasea, se detiene a verlos o se sienta en los bares y terrazas. Puedes tomar una copa escuchando embelesada un aria de Puccini o reír presenciando delante del teatro la actuación de un improvisado Charlot o de un mago que es capaz de escaparse de una camisa de fuerza y varias cadenas que lo aprisionan fuertemente…

Por cierto, cuánto se cuidan las cosas de todos por aquí. No sólo esta plaza. Toda la ciudad resulta cuidadísima, los servicios públicos, los autobuses, los jardines, las estaciones… Covent Garden tiene una zona central cubierta por techos acristalados, sin duda en previsión de las frecuentes lluvias, que alberga lo que podríamos llamar dos acogedores patios, rodeados de tiendas especializadas (una, deliciosa, de juguetes antiguos), boutiques, y puestos diversos, restaurantes y cafés. En estos espacios centrales es donde actúan principalmente los y las cantantes y grupos musicales. La sorpresa, como españoles y granadinos, fue encontrar en el centro de uno de ellos dos grandes paelleras, una con el arroz cocinado y la otra con la paella que se estaba haciendo, y lo que es más, junto a las paellas se exhibían varias cervezas Alhambra como reclamo. Naturalmente la paella y las cervezas Alhambra nos reclamaron y por eso nos sentamos en una de aquellas mesas para almorzar tan ricamente con arroz y cerveza de nuestra lejana ciudad.

Mientras comíamos no dejamos de pensar en Granada, una Granada cada vez mas apagada, culturalmente hablando, envidiando como granadinos esta vida callejera, esta alegría que se nos escapa a nosotros cada vez más, cuando tenemos tantas plazas que podrían albergar también un corazón alegre y vivo. Pero nuestras autoridades tienden a considerar la vida de la calle como desorden y a los músicos y gente de teatro como gente de mal vivir. ¡Qué cosas!

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