Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Criminales y borrachos

Los poderosos retratados en los museos se parecen a otros que veo actualmente a diario en periódicos e informativos

En Madrid. Visito el Prado. Me estremece una sensación inquietante, la de encontrarme rodeado por lo peor que ha engendrado el tiempo, por una escoria humana envuelta en oro, seda y opulencia. Es un sobresalto idéntico al que me conmocionó siendo joven en Londres. Allí, en la capital del penúltimo imperio, a escasos metros de la Plaza de Trafalgar, a espaldas de la National Gallery, se encuentra la Galería Nacional de Retratos. Fundada en plena época victoriana, reúne en fotografías, dibujos, caricaturas, pinturas y esculturas las imágenes de muchos poderosos británicos. La colección se imaginó con el propósito de inspirar a otros mediante el ejemplo, lo que no impide que sobreabunden, reflejados en algunos casos con extrema benevolencia, auténticos desalmados cuyos nombres en negrita destacan en los libros de texto.

Esos fantasmas me han perseguido después en museos de París, Florencia, Viena y otras ciudades europeas. Asesinos en serie. Protagonistas de una orgía de sangre y semen duradera como los siglos. Hombres de mediana edad, blancos y cristianísimos (mujeres hay pocas por su condición de víctimas de la historia). Reyes que decapitaron, envenenaron o descuartizaron a amigos, esposas, sobrinos, padres o hijos. Aventureros que prometieron a los árabes una patria entre las costas del Mediterráneo oriental y Mesopotamia que después se repartieron Francia e Inglaterra. Banqueros cuyas fortunas se edificaron sobre el comercio negrero que diezmó un continente y desgració a millones de seres. Usureros enriquecidos con la guerra que obligó a China a permitir la entrada de opio desde la India y ceder a cambio porcelana, té y sus mejores puertos para equilibrar la balanza comercial inglesa. Príncipes de la Iglesia corroídos por la ambición, la pederastia o la gula. Heresiarcas cuyo fanatismo llevó a la hoguera a miles de personas. Presidentes osados e incultos que se sumaron con pretextos falsos a guerras que provocaron el saqueo de países y la muerte de miles de inocentes.

Los contemplo con sosiego y advierto que esos tipos se parecen mucho a otros que veo actualmente a diario en los periódicos o en los informativos y que poseen dinero y vanidad para costearse un retrato. Aunque hay excepciones. Entre tanto degenerado se encuentra gente respetable. Rembrandt y Van Gogh (en sus autorretratos). Los campesinos de Brueghel . Los borrachos de Velázquez. Las brujas de Goya. Las prostitutas de Lautrec… Pienso en Yeats: "Los mejores de ambición carecen, los peores rebosan de febril intensidad".

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