TRAS conocerse la marcha del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, a la contienda electoral catalana, la vicepresidenta Fernández de la Vega ha negado que esta dimisión implique una crisis de Gobierno y ha afirmado que el Ejecutivo trabaja "al 200%" para resolver la crisis económica. Hay que matizar ambas aseveraciones. No es posible, para nadie, trabajar al doble de las propias posibilidades. Menos para quien intenta hacer compatibles objetivos políticos distintos. Es el caso de la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, que desde hace un tiempo se dedica a sus labores ministeriales, pero también a su campaña de elecciones primarias en la que disputa a Tomás Gómez la designación como candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Si gana esas primarias, es evidente que, al igual que Corbacho, habrá de ser sustituida como ministra. Algo más tienen en común los dos ministros: abandonarán sus departamentos en función de las necesidades electorales del PSOE y, en particular, del presidente Zapatero. No dimiten, pues, a consecuencia de una valoración de sus gestiones -fracasada en el caso de Corbacho, más eficiente por parte de Jiménez- que haya llevado a Zapatero a promover su salida, sino porque Zapatero ha llegado a la conclusión de que su ministra de Sanidad está en condiciones de disputar a Esperanza Aguirre la larga hegemonía del PP en Madrid y su ministro de Trabajo puede frenar, con su sensibilidad más españolista que catalanista, la sangría de votos que sufre el Gobierno que José Montilla preside en Cataluña hasta los comicios de noviembre. Ahora bien, aceptando que el interés electoral del PSOE haya afectado legítimamente a la composición del Gobierno en dos de sus carteras, es evidente que Rodríguez Zapatero debería aprovechar la oportunidad para impulsar un cambio tan necesario como aplazado, esta vez en interés de España. Después de seis años en La Moncloa, con tres remodelaciones importantes y otras puntuales, Zapatero se encuentra en un momento de máxima debilidad y varios de sus ministros han dado sobradas muestras de inoperancia o invisibilidad. En su composición actual el Ejecutivo está gastado y no reúne las condiciones precisas para afrontar el año y medio largo de legislatura -si se aprueban los presupuestos de 2011- que queda por cumplirse antes de que los españoles sean llamados a las urnas.

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