La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Crisis de natalidad: lo que no se dice

Entre las causas no se menciona la egoísta satisfacción de necesidades artificialmente creadas

Mi abuela contaba que el panadero que cada mañana llevaba el pan a los vecinos, dejando abajo el triciclo de reparto y subiendo las empinadas escaleras con el canasto forrado de tela blanca, le dijo que se había llevado a su casa a los dos hijos de su hermano fallecido. "¡Si usted ya tiene tres criaturas!", le dijo mi abuela. "Qué se le va a hacer -contestó-, habrá que echar unos puñados más de garbanzos en el puchero". Muchas duras historias viven en ésta. Desde la desprotección de las viudas y huérfanos a los chavales que se tenían que poner a trabajar sin haber dejado de ser niños. Porque, ¿cómo podría este hombre, no ya dar estudios a las cinco criaturas, sino siquiera aguardar a que tuvieran una edad apropiada para enseñarles un oficio? En cuanto pudiera los pondría a trabajar en la panadería, a repartir o a lo que saliera.

Sólo se puede extraer una cosa positiva de esta historia: la solidaridad entre los necesitados, esencial para su supervivencia dada la desprotección pública, pero también llena de generosidad y sentido del sacrificio. Lo que me lleva a la gravísima cuestión del descenso de la natalidad. El año pasado, el de menor número de nacimientos desde que hay registros, un editorial de El País afirmaba que "durante mucho tiempo se pensó que era consecuencia del aumento del nivel de vida, del mayor nivel educativo y de la incorporación de la mujer al trabajo, pero ahora sabemos que se debe a la creciente precarización laboral de los jóvenes y a la falta de políticas de conciliación y de apoyo a la crianza".

Hace unos días se supo que los nacimientos han caído casi un 30% en España en la última década. Dándose como causas el empleo precario, la dificultad para conciliar trabajo y familia, la falta de políticas de apoyo a la crianza, las dificultades de los jóvenes para independizarse y la caída de la llegada de inmigrantes. Así es. Pero no sólo. Recuerdo unas palabras de Pasolini: "Al poder del consumo no le interesa una pareja creadora de prole (proletaria) sino una pareja consumidora (pequeño-burguesa)". Y otras más recientes del Papa contra "la enfermedad del consumismo" o de monseñor Asenjo sobre la austeridad solidaria. El problema es que la austeridad derrumbaría el sistema basado en la egoísta satisfacción de necesidades artificialmente creadas. De esto no oigo hablar. Pero algo tendrá que ver en la caída de la natalidad.

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