El lanzador de cuchillos

Cristina Morales

No sé si hace buena o mala literatura pero sus declaraciones públicas tampoco me invitan a lanzarme como loco a sus libros

Cristina Morales no era una escritora conocida para el gran público -el seguimiento de su obra se circunscribía a los ateneos libertarios y el reducido círculo de los críticos literarios- cuando un jurado compuesto, entre otros, por Almudena Grandes, le concedió la semana pasada el Premio Nacional de Narrativa. La escritora granadina es hoy, sin embargo, toda una celebridad -hay lista de espera de cinco meses para leer sus obras en las bibliotecas públicas de Madrid y Barcelona-, no tanto por el premio como por las declaraciones posteriores. Ya saben: la matraca anarcoide sobre el derecho a la autodefensa de los CDRs frente a la violencia policial y lo guay que es ver arder las calles robadas al pueblo por el capital.

Desconozco si hace buena o mala literatura porque no he leído nada suyo -tan sólo he hojeado la novela premiada- pero sus declaraciones públicas tampoco me invitan a lanzarme como un loco a por sus libros. A mí me pasa como a Boadella, que me gustan los payasos que se ríen de los que están dentro del circo; hacerlo de los que están fuera no tiene demasiado mérito, es puro postureo. Ser contestatario en Barcelona no es cantar las gestas de los hijos de la burguesía catalana que los fines de semana juegan a la revolución mientras se hacen selfies con el Apple 11, sino pedir, se me ocurre, que los hijos de emigrantes granaínos que viven en Cataluña, puedan estudiar en español, para que tengan igualdad de oportunidades. O que los universitarios que quieran asistir a clase puedan hacerlo libremente sin temer por su integridad física.

Pero a la charnega Morales, con su halo contracultural, se ve que lo que le pone de verdad son las performances incendiarias de los pijos supremacistas de la Cataluña del procés. Yo no he leído a Morales -uno empieza a tener una edad y debe seleccionar sus lecturas- y Morales no ha leído el famoso poema que Pasolini dedicó a las revueltas estudiantiles del 68: "…ahora los periodistas de todo el mundo -incluidos los de la televisión- os lamen el culo. Yo no, amigos. Tenéis cara de hijos de papá. Buena raza no miente… ayer, en Valle Giulia, tuvimos un fragmento de lucha de clases y vosotros erais los ricos, mientras que los policías eran los pobres".

Cristina Morales, anarco-feminista, punkie y el resto del pack del eterno adolescente rebelde en la mochila, ha trincado, eso sí, los 20.000 euros del premio, otorgado por el Ministerio de Cultura -el Sistema con mayúsculas-, y a quien le ha advertido de la incoherencia del gesto le ha plantado una excusita cínica que, traducida libremente, vendría a decir: "Vamos a ver, fascista de mierda, ¿y con qué coño doy la entrada para el chalé de Galapagar?".

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