Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Crónica de la decepción

La política se ha degradado tanto que la frustración une a generaciones que lucharon por la democracia y a las actuales

Una accidental fractura del húmero izquierdo me ha mantenido inmovilizado el brazo y la mano durante estos meses de silencio de la columna. Ni al ordenador ni al piano -mi otro instrumento de expresión, aunque sea en la intimidad- podía acercarme, porque, hoy, no es adecuado escribir a mano un artículo o un libro que necesite que otros los trasladen a las nuevas tecnologías. Los mancos ocasionales de hoy no tenemos ni el genio ni las costumbres del manco de Lepanto. Lo siento por los ocasionales lectores, incluyendo a los que se molestan, ocultos en seudónimos, en descalificar a los columnistas que se atreven a criticar a sus pasajeros líderes que les inculcan su fanatismo y los entontecen con sus mentiras. Porque la política se ha degradado tanto que la frustración une a generaciones que lucharon por la democracia y a las actuales. A los que tenemos la vida hecha nos preocupa el porvenir de nuestros hijos y nietos esforzados en estudiar o intentar trabajar para lograr un futuro digno con tan nebuloso panorama.

No sólo es el crecimiento de la desigualdad social, económica y de oportunidades que padece el país -apenas mencionadas en algún estudio de ONG-, sobre todo por la pandemia sufrida, y que es suicida creer haberla superado, sino porque hay una desconfianza generalizada en los planes de los gobernantes actuales o los que aspiran a gobernarnos. Sus discursos y promesas están basados en latiguillos, caudillistas consignas de cartulina, y, sobre todo, la mentira como norma de comunicación para ciudadanos considerados, además de tontos, absolutamente desmemoriados. El presidente Sánchez podría ser un ejemplo que pasará a los manuales del ejercicio político. Examinar la hemeroteca sí es causa de verdadera vergüenza ajena.

Muy pocos ponen en duda el esfuerzo histórico de la recuperación democrática en una España asolada por la cruel dictadura franquista y la necesidad de preservarla y mejorarla día a día. Pero esa defensa implica a los dirigentes ocasionales de las instituciones no devaluarla por intereses personales o partidistas. Incluso, hemos tenido que asumir la inadmisible deriva que el hombre admirado, precisamente por tener un gran relieve en restaurar y defender en momentos difíciles la democracia y la Constitución, como fue el Rey Juan Carlos I, se encuentre envuelto en turbios asuntos financieros de los que no ha dado cuenta todavía, en su retiro de Abu Dabi.

Esta crónica de la decepción sería interminable. A nivel local Granada podría ser paradigma del olvido y la incompetencia. ¿Añadiremos la frustración del Corredor Mediterráneo?

Seguiremos hablando si el dichoso brazo izquierdo me deja.

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