Crónica de un despilfarro

¿Por qué los políticos hacen reformas alegremente con un dinero público del que luego no tienen que responder?

Cuentan sus biógrafos que cuando a mediados de los años 50 del pasado siglo el escritor Josep Pla llegó a Nueva York y lo pasearon por las avenidas de Manhattan, el escritor catalán quedó sorprendido por los rascacielos y las largas avenidas profusamente iluminadas y, en un arranque de su fino seny catalán, ante tanto derroche, exclamó: "Y todo esto… ¿quién lo paga?".

La misma pregunta me hice yo el otro día cuando vi que las excavadoras estaban derribando las marquesinas y aquel apeadero de autobuses que había un poco más debajo del Palacio de Congresos, en las inmediaciones del Alcázar Genil. Me imagino que muchos de ustedes se acuerdan. Aquella especie de estación o apeadero, con vistosas marquesinas y cómodos bancos (que han servido de camas para los mendigos) fue construida para la LAC (Línea de Alta Capacidad), aquellos autobuses largos y azules que aún están en la memoria colectiva de todos porque hace cuatro días, como quien dice, que se reconvirtieron. La LAC fue implantado en 2014 durante el gobierno de Torres Hurtado. El objetivo era hacer aumentar la calidad del aire en Granada. Para conseguir eso por el eje Palacio de Congresos-Gran Vía-Constitución solo pasaban estos gusanos metálicos que se tragaban personas como Polifemo se tragaba las ovejas de Odiseo. La medida fue acogida entre los usuarios de manera dispar: unos se acostumbraron pronto al invento e incluso lo alabaron y otros se ciscaron en el que había inventado tanta nomenclatura y tanto transbordo para ir, por ejemplo, desde el Zaidín al Albaicín. El Ayuntamiento se gastó un pastón -sólo los autobuses costaron 12 millones de euros- en su puesta en funcionamiento puesto que había también que remodelar las aceras en las paradas, hacer marquesinas nuevas y poner maquinitas de venta y validación de billetes. Pues bien, desde donde se distribuían los autobuses era ese apeadero cerca de Alcázar Genil que ahora ha sido reducido a escombros. La LAC estuvo en marcha hasta que llegó el siguiente gobierno municipal que la suprimió. Menos de un mandato municipal. Se finí. Por lo visto, descubrieron que sin la LAC se ahorra, que no hacían falta plataformas y que los autobuses de los 12 millones seguían sin cumplir los estándares de emisiones. Ahora digo yo. ¿Por qué los políticos siempre se van de rositas de sus meteduras de patas? ¿Por qué nadie les pide cuentas después de haber hecho un gasto público innecesario? Y ya metidos en preguntas: ¿Por qué los políticos hacen reformas alegremente con un dinero público del que luego no tienen que responder? Pues eso.

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