La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Cuarta prórroga

Casado ha de elegir hoy entre ser cómplice del desvarío en el ejercicio del poder único, o volver a la Constitución

Hacer oposición es ingrato, aunque pareciera lo cómodo. Hacerla durante una pandemia como la actual, además, es muy difícil. Si escribir el relato desde el Gobierno es retador, también lo es ser escribiente de una oposición orillada; hallar el sitio donde las formas y el fondo no chirríen con el escenario de la realidad.

La cuestión es encontrar el lugar por el que circular con tu política de partido sin ser desviado por el excesivo ímpetu de los propios ni por la demagogia excedente de los ajenos. Ese camino de traslación que justifique la leal oposición, sin que la crítica se vuelva en contra por inoportuna e innoble. A menudo el político de oposición sólo se le ve cuando renuncia al seguidismo. Distinguir el trayecto es lo que se llama ideología, eso que algunos usan para encender la mecha populista que hay tras cada vigilante de las esencias progres.

A Pablo Casado le ponen a prueba a diario, los que lo votaron y lo volverán a votar, y los que no lo votaron y volverán a no votarlo. Acertar con la senda es la línea que separa al político de estado del prescindible líder desnortado. El objetivo de un líder de oposición no es pasar inadvertido en una crisis de este calado, sino advertir de lo que pasa, ser opción de refuerzo, y proponer salidas, a pesar de la inmersión endogámica de quienes gobiernan. No permitir el chantaje vil de un mal gobernante también es una manera de demostrar liderazgo.

Decir sí a otra prórroga del estado de alarma, a pesar de los guantazos recibidos para provocar el no, es una dificultad inducida, precisamente, por quien más necesita del apoyo: Pedro Sánchez. La "nueva normalidad" para el presidente es hacer normal lo excepcional. Pretender que, sin rechistar, seamos menos libres y más sometidos a la opinión unitaria del ciudadano Kane Sánchez. Decir no a la prepotente soberbia del trágala constante y la opacidad en su gestión, con la mentira de fiel aliada, puede recibir el reproche demagógico de siempre, por poner la salud y seguridad públicas en peligro. Olvidan que, sin alarma, también habrá gobierno.

La soledad del Presidente ha sido lograda con su ahínco propio. Casado ha de elegir hoy entre ser cómplice del desvarío en el ejercicio del poder único, o volver a la Constitución que organiza al Estado democrático. Porque una mutación inesperada de Sánchez que haga creíble su melifluo tono de voz y su voluntad de compartir previamente las decisiones, ni se atisba, ni sería ya medianamente creíble.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios