Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Cuenca y el joven Jara

Empezó bien, pero su actividad se diluye. Ocho meses después, su proyecto se desconoce, sus decisiones nunca llegan

En la Alcaldía, como en la vida o en el teatro, se puede ejercer de actor o de figurante. Actor fue el joven Antonio Jara (del viejo, ni mu); figurantes fueron Jesús Quero y José Moratalla. Jara renovó la ciudad, forzó la llegada de infraestructuras y defendió la capital del antiguo Reino de Granada frente a quienes pretendían patrimonializarla y frente a los intereses de los compañeros de partido cuyo futuro dependía del cumplimiento de las órdenes dictadas desde Sevilla. Sus enfrentamientos con consejeros y presidentes autonómicos, con el director de la Alhambra, con el presidente de Unicaja y con el periodismo más casposo fueron volcánicos. Todo hacía prever una carrera ancha y corta, pero aguantó doce años en el poder y lo dejó por voluntad propia. Lo sustituyó otro socialista, Jesús Quero, quien pacificó las relaciones con la Junta, sacó pecho en las inauguraciones de los proyectos pendientes y elevó a la categoría de gestión el arreglo de los semáforos en un ejercicio alicorto que él mismo definió como "micropolítica". La ciudad lo castigó con una derrota electoral estruendosa y el PSOE lo recompensó con la delegación de Gobierno de la Junta y la gerencia del Campus Tecnológico de la Salud en la que aún perdura. Cuatro años después Granada tuvo otro alcalde socialista, José Moratalla, que apostó, como Quero, por una vida política larga y estrecha. Lo pasearon mucho, emboscó sus naderías en un lenguaje incomprensible y vacuo, el moratanglés, y en una selva de comisiones y mesas sectoriales. También se embarcó en un proyecto imposible, la Olimpiada Blanca, con la que entretuvo todo el mandato. La ciudad se lo cobró con una eternidad de Gobierno del PP y el partido pagó la deuda nombrándolo presidente del Consejo de Administración de la RTVA, donde acabó su vida laboral.

Ahora ha llegado Cuenca. Empezó bien, pero su actividad se diluye. En la batalla frente al despropósito de la fusión hospitalaria se ha puesto de costado, ha sido incapaz de ordenar la ocupación ilegal y masiva de las calles y plazas por negocios particulares, no explica por qué el Centro Lorca sigue sin albergar el legado del poeta pese a la millonada invertida y evaporada y sus palabras sobre la capitalidad cultural en 2031 o el indefinido museo de la ciudad suenan hueras. Ocho meses después, su proyecto se desconoce, sus decisiones nunca llegan. O cambia o esa vocación de figurante asegura otra derrota estrepitosa al PSOE. Y, quizá, otra eternidad del PP.

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