Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Cuentos de la Alhambra

El cadí dirá si es culpable o una inocentona, si supo, consintió y se benefició o si cada mañana le contaban un cuento

Cuando, hace ya años, leía la versión de Antoine Galland de Las mil y una noches recomendada por Jorge Luis Borges, situaba a los personajes en escenarios inspirados en los jardines, patios y salones de la Alhambra para vivificar y enriquecer con la realidad la fantasía. Lo que nunca imaginé es que en el antiguo Palacio Nazarí se desarrollaran en ese mismo tiempo historias protagonizadas por modernos visires, tenderos, pícaros y ladrones dignas de figurar entre las más asombrosas relatadas por Scherezade. Historias como las del hombre que confiesa que obtuvo un alto cargo a cambio de retirar una denuncia por prevaricación y cohecho contra un delegado provincial y un viceconsejero de Cultura. O la de la contratación caprichosa y adjudicación de contratos a los numerosos miembros de unas pocas y afortunadas familias. O, la más fabulosa de todas, la del mercader de aceite, un señor que llegó a disponer de oficina, teléfono y correo corporativo del Patronato y al que la Alhambra le regalaba las olivas, le prestaba la marca Dehesas del Generalife, le pagaba los gastos de extracción, transporte y envasado y le compensaba además con 16.000 euros por las fatigas que le acarreaban la venta del aceite. Cuenta un informe de la Junta que, cuando el Patronato quería tener un detalle protocolario, este avispado comerciante vendía a la Alhambra por sólo 3,5 euros las botellas del aceite que la propia Alhambra le regalaba.

A lo largo de casi una década en la Alhambra imperó el compadreo, y el comadreo, y se distrajeron seis millones de euros. La sultana, Mar Villafranca, tenía que haber cortado muchas cabezas, pero no lo hizo. El cadí dirá si es culpable o una inocentona, si supo, consintió y se benefició o si cada mañana le contaban un cuento dentro de un cuento que ella oía y creía mientras contemplaba hechizada el esplendor de los arrayanes tras la ventana. Lo incuestionable es que, tal y como se relata en la última página de la versión de Las mil y una noches de Galland, durante el mandato de esta doctora en Historia del Arte "se obsequió con riquísimos presentes a los cortesanos y se repartieron cuantiosas sumas entre las gentes que elevaban sus bendiciones con lágrimas de gratitud y alegría". Villafranca fue premiada por la subdelegación del Gobierno en 2011, con motivo del XXXIII aniversario de la Constitución, por "promover el enriquecimiento histórico, artístico y cultural". Olvidaron el gastronómico.

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