La investigación, por parte del cuerpo de inspectores de Educación en Granada, sobre un alumno de FP al que se le aprobó de despacho para que con las calificaciones obtenidas pudiera optar a cursar el grado universitario de Ciencias de la Salud, se ha pintado con la misma gama de colores que los últimos y famosérrimos casos por parte de algunos políticos. Los aprobados, o los dieces al por mayor, se sacan de moldes con grandes apellidos grabados en 'oro', y los medios no son lo importante sino que lo es el fin. El caso es que las inspecciones no dan sensación de sobrevolar por ciertos centros educativos tanto como se necesitan y, desde luego, los ciudadanos tampoco llenan los cajones de reclamaciones. No se despisten cuando acudan a las cafeterías y no paren de escuchar quejas sobre las atrocidades del sistema (ya sea en su variante sanitaria, educativa o laboral). La queja ciudadana roza siempre las barras de los bares y las historias de sobresalientes o carreras enteras dibujadas en papel moneda se pierden como lágrimas en la lluvia. ¡Denuncie, no calle!

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