Cuando el miércoles pasado conocimos a través de la Cadena Ser los malos tratos y vejaciones que algunos empleados de la Residencia los Nogales de Hortaleza en Madrid han infringido a varias ancianas, toda España ha reaccionado con enorme indignación. Ahora, la Ser informa también de que había denuncias de familiares que eran conocidas por la dirección del centro así como la propia Comunidad de Madrid.

Es seguro que estos hechos son aislados y no representan el magnífico trabajo y la enorme labor que miles de profesionales de los cuidados prestan a los ancianos y a personas en situación de dependencia tanto en domicilios particulares como en residencias asistidas.

Estos hechos constituyen seguramente una mancha injusta en la imagen de este gran colectivo de profesionales de los cuidados que prestan un servicio de enorme envergadura en esta sociedad en la que cada vez hay más personas que necesitan este tipo de cuidados profesionales.

Pero la mera existencia de un solo caso por aislado que fuera así como el conocimiento de muchos silencios cómplices que han obligado a que sean los propios familiares quienes hayan tenido que generar pruebas y denunciar públicamente los hechos, nos debe hacer reflexionar sobre las medidas que deben adoptarse para evitar estas situaciones.

Por una parte, la mejora de la gestión de los centros asegurando y extendiendo buenas prácticas; seguro que existen protocolos, pero quizás hay que actualizar los mecanismos preventivos para dar garantías de buenas prácticas y nuevas claves para la detección precoz de estas situaciones que permitan la intervención inmediata.

Los silencios cómplices tienen causas y una de ellas, expresada públicamente por un trabajador de la residencia, es el miedo al despido por la precariedad laboral. Este es un asunto esencial: estos profesionales no pueden estar en situación de precariedad.

Por otra parte, los propios profesionales de los cuidados seguro que pueden avanzar en un mejor posicionamiento de su imagen social para que sea más adecuado y justo con la enorme aportación profesional que realizan en su labor cotidiana.

Finalmente, que quienes sean responsables por acción y por omisión sean castigados para que cumplan mínimamente con el daño realizado que nunca debería haber ocurrido.

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