La tribuna

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Cumplir las promesas de la campaña

SIEMPRE que pasa lo mismo, se dice lo mismo, sin que exista la más mínima garantía de que se van a cumplir las premoniciones. Cuando, después del 20-D, los partidos del arco parlamentario no fueron capaces de llegar a un acuerdo para formar un Gobierno, los más avispados de entre nosotros auguraban una amplia abstención si se volvían a convocar nuevas elecciones; se aventuraba que los responsables de conducir al país a un nuevo proceso electoral lo pagarían caro en las urnas. No pasó ni una cosa ni otra. Los españoles volvimos a votar el pasado 26 de junio con un porcentaje de participación parecido al que acudió a votar en las elecciones de seis meses atrás. PSOE y Ciudadanos, ante la inacción de Rajoy, intentaron formar un Gobierno que sólo exigía la abstención del PP o de Podemos. Podemos se quedó como estaba en las últimas elecciones, y PP ganó diecisiete escaños. Nada de lo que se predijo ocurrió.

Y, ahora, los españoles que fuimos a votar en junio hemos vuelto a dibujar un Parlamento en el que ningún partido cuenta con los suficientes escaños que le permita formar Gobierno si no cuenta con el apoyo o abstención de otros. Y, de nuevo, los que más saben, auguran un desencanto total y absoluto de la ciudadanía si no se consigue investir a Rajoy como presidente del Gobierno, y todos, como si se hubieran puesto de acuerdo, se han conjurado para señalar al PSOE como el culpable único de que ese desencanto pudiera llegar a producirse. El PSOE, que se presentó a estas elecciones con la intención de arrebatar el Gobierno al PP, parece obligado a facilitar la victoria de su máximo rival porque así se ha decidido por quienes no acarrean ningún título que les otorgue esa capacidad de repartir responsabilidades.

Lo que se le está exigiendo al PSOE es que, habiendo quedado en segunda posición, haga todo lo posible para que el PP, que quedó como primero, consiga que Mariano Rajoy sea investido presidente del Gobierno de España, por el bien del país, de la democracia y de la política.

Entre los socialistas los hay que han salido, nada más terminar las elecciones, a reclamar la abstención del PSOE para la investidura del líder del PP; el país no aguantaría otro proceso electoral, según se encargan de pregonar por doquier, como si el Espíritu Santo les hubiera ungido con la verdad revelada sobre situaciones que, por no haber ocurrido nunca, nadie sabe qué pasará si esa circunstancia llegara a producirse. Tal vez ignoren que hay españoles que siguen pensando que por mucho que se vote, aún faltan elecciones para compensar los procesos electorales que nos robaron durante cuarenta años de dictadura. En el supuesto de que tuviéramos que volver a las urnas en noviembre, aún faltarían ocho elecciones para equilibrar las diez que nos usurparon.

Otros socialistas, temerosos de que la parroquia que les vota se vuelva farruca, proponen que la abstención sea a cambio de algo; que no se regale la abstención al PP y que ese partido tenga que pagar un peaje a los socialistas para que miren para otro lado el día del debate de la investidura del Rajoy. Ésa es la posición que me resulta menos comprensible. Imaginemos que una de las premisas que exigieran los socialistas para abstenerse fuera la sustitución de la llamada ley mordaza por otro texto legal que respete más y mejor los derechos de los ciudadanos en un sistema democrático. Y que Rajoy, investido presidente con la abstención socialista, formara Gobierno y encargara al ministro Fernández la elaboración de ese nuevo proyecto de ley sobre seguridad ciudadana. ¿Quién iba a confiar en las posibilidades de que con ese ministro surgiera un texto que cumpliera con las exigencias que se hubieran planteado en la negociación correspondiente? Lo mismo se puede decir con la redacción de una nueva ley de educación o con un nuevo texto sobre la reforma laboral.

No comparto, pues, la tesis de los que, en lugar de aspirar a sustituir al PP en el Gobierno, están dispuestos a facilitar su mantenimiento en el mismo. Ya hemos visto cómo a Ciudadanos, a los que se les llenaba la boca de hablar de regeneración democrática, se les cambió el paso y se tragaron lo que dijeron en campaña respecto a la investidura de Rajoy. El PSOE tiene la obligación de cumplir lo que prometió en esa campaña electoral y quienes tanto predican el cumplimiento de las promesas electorales deberían exigir el cumplimiento de ese contrato con los ciudadanos, en lugar de exigir al PSOE que cambie lo que dijo y se abstenga cuando se comprometió a votar no en la investidura del presidente y candidato del PP. O si no, ¿cuándo creen los que piden regeneración democrática que se degenera esa democracia? ¿Cuándo creen los que piden que no se cumpla lo prometido que hay que respetar lo que se promete en campaña?

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