Quousque tamdem

luis Chacón

Curiosidades presupuestarias

PARA Benjamin Franklin, en este mundo ninguna cosa es cierta salvo la muerte y los impuestos. Así que cumpliendo el rito anual que hace temblar nuestros bolsillos, se presentó el Presupuesto de 2014 y un escalofrío de terror recorrió España. Se resumen en un eslogan tan poco seductor como cierto: Más impuestos y menos servicios. El deber básico del gobierno es pagar pensiones, prestaciones por desempleo e intereses de la deuda, que absorben la mitad del gasto previsto. Pero también lo es cumplir aquel programa electoral, arrumbado en un oscuro rincón del desván de la memoria, que prometía hacer lo que sí se hizo en 1996, reducir impuestos, respetar las pensiones, racionalizar la Administración, eliminar las ineficientes, costosas y quebradas empresas públicas y activar la economía gracias al impulso de la actividad privada. Pero de todo aquello, no hubo nada. Si indigna la absoluta falta de respeto a la palabra dada y al compromiso adquirido que es un programa electoral, más aún lo hace la indigencia intelectual que refleja la manida idea que defiende que no hay otro camino posible. Pues, si es así, ¿qué valor se da a las propias ideas si admitimos que existe otra que es inevitable? Si sólo hay una solución al problema, ¿para qué votamos? Sería mejor y más barato robotizar las decisiones políticas. Pero la realidad es otra; siempre hay otros caminos, lo que falta es la decisión y la valentía de recorrerlos siendo consecuentes con las propias ideas y anteponiendo la gestión eficiente del estado a la permanencia en el poder.

Aunque el incumplimiento de los programas electorales dejó de ser una sorpresa, debemos reconocer que hay algo en lo que casi nunca nos sorprende ningún Presupuesto, la obsesiva afición a recaudar de nuestros gobiernos, tan reacios, en cambio, a eliminar gastos superfluos como asesores, coches oficiales o televisiones públicas. Pero lo más curioso de los de 2014 es el aumento, en casi un treinta por ciento, de las subvenciones a los partidos políticos con la excusa de las elecciones europeas. En tiempos de proclamada austeridad, extraña muchísimo que no sea posible hacer campaña con los propios militantes y simpatizantes, sin recurrir a papá estado. No es por el incremento en sí -dieciocho millones- sino porque es éticamente inadmisible. Al final va a ser verdad que son los presupuestos de la recuperación… pero de la caja de los partidos.

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