Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Danza macabra

27.000 o 44.000, tétrica divergencia de organismos oficiales para contabilizar los muertos

El próximo día 21 el gobierno Sánchez-Iglesias culminará los 99 días de permanencia del estado de alarma, tras la última prórroga. Después, afirma don Pedro, habrá que atenerse a las medidas preventivas que regirán -hasta que haya vacunas o tratamientos- en esa cómica 'nueva normalidad', de la que puede esperarse cualquier cosa en un ejecutivo que tan mal y tarde ha afrontado la epidemia. A un gobernante, basado en la propaganda y la mentira compulsiva, no le podemos exigir que reconozca algún error. Ni siquiera los ha apreciado autorizando manifestaciones masivas de distinto signo -sociales, políticas, deportivas, taurinas, etc.-, una semana antes de decretar el confinamiento general, cuando se conocían los efectos producidos en otros países -China, Italia, etc.- y las advertencias de expertos internacionales. Su discurso del pasado miércoles recabando el apoyo parlamentario lo concluyó gritando "¡Viva el 8-M!", olvidando que sobre esa legítima explosión cívica del feminismo que casi todos apoyamos -excepto los dirigentes de Vox-, debería haber estado, también, la advertencia de los riesgos que corrían asistentes y el resto de ciudadanos, como deberían haberse cancelado las concentraciones de Vox, partidos de fútbol, corridas de toros y otros eventos. Por respeto a las víctimas, directas o indirectas, que hayan podido ocasionar esas reuniones masivas nos parece poco ético, hoy, conocidos los peligros de concentraciones multitudinarias, el grito de ¡Viva el 8-M¡ que engloba todos los actos de esa fecha, como si fuese un Día Nacional de la Victoria, cuando ese patriotismo apolillado se le otorga a la derecha o extrema derecha, con sus 'policías patrióticas' o sus deseos golpistas sugeridos por Sánchez e Iglesias para tapar el 'caso Marlaska'.

Pero, al margen de la esperpéntica diatriba política que vemos en un anormal Parlamento, donde se dirime quien reparte odios o cicuta, los ciudadanos que sólo sufrimos las consecuencias del criminal virus y la incapacidad para hacerle frente -ni a los combatientes en primera fila, los sanitarios, se les ha dotado adecuadamente- nos asombra que el triunfalista Gobierno sea incapaz de darnos una cifra aproximada de fallecidos en esta guerra. Entre los 27.000 que nos anuncia el patético doctor Simón o los 44.000 que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), han fallecido más en España en el mismo periodo del año anterior, hay un abismo que nadie explica convincentemente. No sé si, como decía en una anterior columna, los muertos son considerados de tercera, es decir, los ancianos que han perecido en tétricas residencias o por falta de asistencia porque superaban la edad para salvarlos, en una vergonzosa deshumanización, indigna en una sociedad civilizada.

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