Debates y tertulias

Es necesaria una reflexión sobre la forma en la que se abordan las cuestiones de interés público para ofrecer garantías éticas

La sociedad que nos ha tocado vivir afronta retos y desafíos de una enorme trascendencia y complejidad. En unos casos, la globalización es la variable clave para entender el efecto que tiene en la economía cotidiana cualquier acontecimiento o decisión que se produce en el marco de operadores económicos o empresariales.

A modo de ejemplo, citar la crisis bancaria que asoló a las economías occidentales cuando el 15 de septiembre de 2008 se produjo la quiebra del gigante financiero Lehman Brothers e incendió los mercados acelerando la crisis mundial. Sin embargo tertulianos incultos o comprados difundieron y difunden la idea simplista de que la culpa de la crisis fue de Zapatero que no vio venir el problema.

Otro ejemplo nos sucede cuando enfrentamos asuntos domésticos ligados a nuestra convivencia como nación, ahora que los extremismos independentistas catalanes e hipernacionalistas españoles se dedican a poner en riesgo tantas cosas ganadas en la transición; de nuevo los mismos tertulianos y algunos medios de comunicación se dedican a echar gasolina al fuego simplificando y sembrando de incertidumbre nuestro futuro como sociedad.

Soy de la opinión de que en todos los asuntos relevantes, los poderes públicos y quienes ostentan el Gobierno en cada momento, tienen sin duda una enorme responsabilidad que justifica la crítica y la exigencia de acierto y de responsabilidades. No tengo duda alguna al respecto.

Pero la prensa y los medios de comunicación, los periodistas y los empresarios que impulsan estos medios no están exentos de responsabilidad social. Por eso, es necesaria una reflexión sobre la forma en la que se abordan las cuestiones de interés público para ofrecer garantías éticas contra la manipulación y la simplificación de los asuntos que nos afectan.

Creo que España necesita programas y espacios públicos de debate. Debate de verdad. Con argumentos. Con tiempo. Escuchando. Sin gritos. Sin interrupciones maleducadas ni periodistas estrella. Sin falsos políticos con carné de periodista. Como fue el programa La Clave en la Televisión Española en la transición. Hay que fortalecer también la independencia de los profesionales del periodismo para cooperar en la función esencial que tienen desde los medios para ofrecer la mejor información a la ciudadanía y construir así una sociedad mejor.

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