Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Déjala que baile

'El muelle' es un juego sexual que relega a los chicos a la pasividad, mientras que las chicas asumen el papel activo

Afinales del siglo XV, el escritor cortesano Juan de Flores, esboza -no sin ironía- en su tratado "Triunfo de amor" un cambio radical en los usos amorosos de su época: los hombres serán requeridos, asaltados, pretendidos o festejados por las mujeres y éstas requerirán, asaltarán, pretenderán o festejarán a los hombres. Flores se debate entre lo antiguo, el amor cortés, y lo nuevo, los usos eróticos urbanos, procedentes de Italia. También hoy pasamos por un periodo de transición entre los viejos usos amorosos románticos y una novedosa sexualidad industrial y adolescente que trastoca -como en el siglo XV- los comportamientos amatorios. Las chicas, como en tantas otras cosas, imitan los modelos dominantes masculinos: relaciones sexuales múltiples y exhibición mediática de los récords conseguidos. Hay un juego juvenil, 'el muelle', que relega a los varones a una pasividad comodona mientras que las chicas asumen el papel activo. Se trata de una especie de ruleta rusa sexual, en la que los chicos se tumban en el suelo, erectos, y las chicas practican secuencialmente el coito con cada uno de ellos durante 30 segundos. Cuando la ronda termina, vuelta a empezar. Gana el chico que aguanta más sin eyacular. El romanticismo está siendo muy criticado por ciertos prelados y feministas. Menos reproches recibe "el muelle" y otras performances promiscuas -de los que se teme, sobre todo, las infecciones y los embarazos-, pese a ser juegos que satisfacen especialmente a los machos y convierten a las hembras en masturbadoras en serie. Con estas novedosas prácticas, convive la inmarcesible afición de muchos hombres al amor venal. Incluso la de aquellos a los que el éxito social, o su estimable glamur, les permitiría tener las relaciones que quisieran o disfrutar de un buen amor, con conversación, paseos e intercambio de información sobre las enfermedades y analíticas de los familiares, que dan para mucha conversación. Y de esto no se libran ni empresarios ni jueces ni políticos ni fiscales ni reyes, según informes de la ministra de Justicia. Afortunadamente, el Huerto de Afrodita también se ve poblado por hombres, como Melendi o Alejandro Sanz, que luchan para que la mujer se libere de ataduras ancestrales y exigen que se la deje bailar a su aire, sin zapatos, dibujando un mundo nuevo. El suyo propio.

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