Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Democracia es libertad

Leer manifestaciones de odio hacia quien piensa distinto, empieza a ser habitual a un lado y otro del tablero político

La publicación de un chat de militares retirados ha generado cierta inquietud entre muchos ciudadanos. Es evidente que, por muy gruesas que hayan sido las manifestaciones cruzadas en el mismo, y lo han sido, tanto como detestables y absolutamente rechazables, su contenido no tiene recorrido penal alguno. Las ideas no delinquen. Ni las más deleznables. Y aquí las hubo. Y por ello deben censurarse públicamente. En democracia no hay enemigos, sólo adversarios. Un régimen democrático no admite más que la voluntad popular expresada de modo universal, libre, directo y secreto en las urnas. Y son ellas las que ponen y quitan gobiernos. Nos gusten o no los resultados, aceptarlos es la primera regla de legitimidad democrática. Sin renunciar a la crítica y a ejercer una dura y leal oposición, pero jamás, subvirtiendo o pretendiendo subvertir el orden constitucional vigente.

Las redes sociales publicitan lo que, de siempre, han sido soflamas y amenazas tabernarias. Nadie, salvo quien tenga un claro interés en avivar el fuego o aventar el odio puede creer que hay la más mínima posibilidad de que hoy exista en España eso que en la Transición se llamó "ruido de sables". Pero si algo deja claro esta triste anécdota de jubilados, extremista y desafortunada, es el clima enrarecido en el que nos desenvolvemos últimamente. Leer manifestaciones de odio hacia quien piensa distinto empieza a ser desgraciadamente habitual. A uno y otro lado del tablero político. Nadie está haciendo más por la república que quienes dicen defender al rey. Y sensu contrario, los mayores afianzadores de la monarquía son los que propugnan una república excluyente en la que no quepamos todos. No hay argumentos, sólo vómitos demagógicos y torpes. Lo más triste es que no se actúa por convicción sino por rechazo.

Hoy, cuarenta y dos años después de la aprobación de la Constitución en referéndum -por cierto, la única que fue sometida a lo largo de nuestra historia a refrendo popular- resulta triste tener que recordar que la democracia es el sistema político en el que cabemos todos, sean cuales sean nuestras ideas; en el que la voluntad popular y el interés común ha de estar por encima del deseo de cualquier mayoría o minoría y que el único camino justo y democrático para cambiar el marco constitucional es el del respeto al estado de derecho establecido en la propia norma y mediante las mayorías y procedimientos exigidos.

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