Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Deshumanizar la sanidad

Si a los mayores de 80 años se les niega las UCI y no llegan vacunas, el relato de terror está consumado

Las noticias de que en los hospitales granadinos -según Francisco Cantalejo, presidente del Sindicato Médico de Granada- no se admiten ya en las UCI a enfermos mayores de 80 años, porque pacientes "con una determinada edad no son viables", junto con la lentitud en administrar las vacunas, de las que, por cierto, se carece, completa el terrorífico relato que, como he escrito en otras ocasiones, surge en cualquier pandemia o crisis sanitaria, siguiendo relatos conocidos de Albert Camus y otros escritores que abordaron estos temas. No es nuevo el asunto. Ya un informe interno de la Consejería de Salud de la Generalitat, en la primera ola, sugería aplicar a rajatabla el protocolo, privando la edad como causa principal, junto con otras patologías. Además, se han publicado episodios donde se han dejado morir en las residencias a los mayores de distintos puntos del país, por saturación sanitaria. La denuncia del doctor Cantalejo ha originado un revuelo e indignación en las redes sociales por lo que responsables sanitarios y políticos deben explicarlo. Porque una cosa es la denuncia de la situación sanitaria, desbordada, a la que hay que poner remedio con prioridad -en recursos humanos, técnicos y estructurales- y otra muy distinta convertir a los médicos, a su pesar, en dioses que deciden quienes merecen o no tener la oportunidad de sobrevivir, por escasa que sea, en razón a su edad.

He denunciado la desastrosa política del Gobierno, desde los comienzos, en la crisis más grave de los últimos cien años, incluyendo la huída y engaños con la que han actuado Sánchez, Illa, Simón, a la que se han añadido la incompetencia de los responsables autonómico en los que ha recaído el asunto. Los cerca de 90.000 muertos -y los esperados tras las sucesivas olas- merecen más respeto que las vergonzosas trifulcas parlamentarias. Los ciudadanos se sienten engañados cuando, en su inmensa mayoría, han atendido las recomendaciones y se han aferrado a la esperanza de las vacunas, que tampoco llegan con la celeridad anunciada. Nadie ha perdido perdón, como ha hecho Boris Johnson, el primer ministro británico, poniendo a disposición de los ciudadanos 600.000 vacunas diarias, sino que se ha exhibido un triunfalismo insultante. Plazos engañosos para cimentar esperanzas, mientras se llenan los hospitales, se desbordan las UCI, las funerarias no dan abasto para enterrar o incinerar a los centenares de ciudadanos que mueren cada día en crueles circunstancias. De paso han cerrado ya 100.000 empresas y los parados llegan a los cuatro millones. Muerte, ruina, desolación y, por si fuera poco, estos anuncios preocupantes hechos por los admirados sanitarios, que eran y son la última esperanza que nos quedaba en estos dramáticos momentos.

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