Extramuros

José Antonio Montilla

Después del botellón

UN año más Granada ha vencido en el campeonato nacional de botellón que se celebra al inicio de cada primavera. Nuestros 15.000 jóvenes doblan a los apenas 7.000 de Sevilla. Sin embargo, el alcalde de Granada, que impulsó la construcción del botellódromo a bombo y platillo, no está contento con este indudable éxito de su iniciativa. Nos dice que el botellódromo se construyó como "un espacio de ocio para la juventud de Granada, no para la de toda España". Dos preguntas me rondan desde que ayer leí esas declaraciones: ¿cómo se pretenderá separar a los jóvenes de Granada de los que no lo son?. Y ¿qué entenderá este señor por espacio de ocio? Granada es una ciudad abierta y cosmopolita donde conviven miles de jóvenes no sólo de España sino de todo el mundo atraídos por una atractiva Universidad y por un aún más atractivo ambiente.

El objetivo de cualquier político con apertura de miras debería ser aprovechar ese potencial con un ambicioso programa de actividades para la juventud, en lugar de intentar separar a los jóvenes según su lugar de origen para primar a aquellos que votan en la ciudad, pues de eso se trata. Pero aún me martiriza más la concepción de espacio de ocio que tiene el alcalde. Llamemos a las cosas por su nombre. Lo que hay junto a Hipercor no es un espacio de ocio sino simplemente un terreno preparado para que los jóvenes puedan beber, y emborracharse si quieren, sin molestar a los vecinos con sus gritos o sus micciones. En un espacio de ocio habría cada fin de semana actuaciones musicales de grupos granadinos o actividades lúdicas de diverso tipo, pero, sobre todo, ofrecería alternativas al botellón. Nada de eso encontraremos en el botellódromo de Arabial. Allí, además de las jóvenes con sus bolsas de supermercado, sólo hay policía y ambulancias: policía para impedir que escapen del redil preparado, expandiéndose por la ciudad, y ambulancias esperando a que algunos alcancen el coma etílico para recogerlos del suelo y llevarlos al hospital. Sin duda, son necesarias tanto la policía como las ambulancias, pero, por favor, no llamemos a eso espacio de ocio.

En todo caso, no me sorprende la interpretación municipal del último macrobotellón. Encaja en la visión de la política instalada en Granada, que algunos lamentamos y muchos aceptan complacidos. Según ésta, los problemas no hay que resolverlos sino que basta con echarle la culpa a alguien o, en su caso, presentarlos de forma que puedan ser aceptados por la mayoría de la ciudadanía. Qué nos importa una borrachera colectiva en Arabial si en el resto de la ciudad se puede dormir.

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