Mirada alrededor

Juan José Ruiz / Molinero

Día del 'no' Trabajo

POCO había que celebrar ayer en España en la histórica fiesta reivindicativa de los trabajadores por sus derechos sociales, cuando, por desgracia, su principal derecho a un trabajo digno sólo figura en el papel mojado de la Constitución. Los cuatro millones de parados han dejado en ridículo las previsiones gubernamentales y, lo que es peor, todos los organismos responsables -entre los que no están, naturalmente, los que dependen del Ejecutivo-- vaticinan un incremento de la terrible cifra. Cuatro, cinco millones de desempleados… ¿Hasta cuándo aguantará socialmente un país con esta lacra a cuestas, inédita en nuestra historia reciente y que duplica la media europea?

Un Gobierno sin la mínima credibilidad, que habló del pleno empleo y se negó a admitir hasta última hora la magnitud de la crisis -con la anuencia, por cierto, de los líderes sindicales- y que, ahora mismo, trata de maquillar la horrible realidad, que le ha pillado dándose mamporros con la oposición, igualmente desacreditada, no resulta la mejor compañía de los representantes de los trabajadores que dudo mucho admitan el discurso complaciente con el poder ejecutivo mostrado hasta ahora. Como si el Gobierno no tuviera parte de culpa por acción y, sobre todo, por omisión y falta de prevención, cuando todos los indicadores decían lo contrario que el mensaje oficial.

Crece la preocupación colectiva y millones de compatriotas están al borde de la desesperación. Con un panorama así, donde los únicos exentos de culpa son los trabajadores que, como siempre, son los que pagan los platos que han roto o se han llevado los demás, ¿qué Día del no Trabajo había que celebrar? En todo caso, evitar que algunos aprovechen la ocasión para recortar más derechos que, por cierto, fue durante un gobierno socialista donde empezaron a eliminarse cuando se aprobaron los contratos basura, decisión que le costó al presidente González dos huelgas generales, con Chaves y Griñán, como ministros de Trabajo, y una al Gobierno Aznar. O suplicar al Gobierno que evite las humillantes colas en los organismos receptores de parados.

De muchos de estos polvos -contratos temporales, boom especulativos e inmobiliarios, enriquecimientos desmedidos, incluidos bancos, banqueros y cargos públicos de distinta marca, amén del alto grado de corrupción generalizado- han surgido los actuales lodos. No. No hay nada que celebrar, sino lamentar y reprocharnos que hayamos aceptado y hasta vanagloriado de estas situaciones que muchos gobernantes -del PSOE y del PP- calificaron como signos de desarrollo y modernización, cuando sólo sirvieron para que se enriquecieran unos pocos. ¿Ha pedido alguien disculpas por tanta palabrería engañosa?

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