Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La Diada de Saturno

La última Diada de Cataluña parecía una reunión de chacales que se devoraban entre ellos

Mirado con la distancia del tiempo y el espacio, esta última Diada de Cataluña parecía una reunión de chacales que se devoraban entre ellos a falta de carroña con la que saciar la sed de alivio a la frustración y la rabia. Debe dar mucha inquina ir viendo cómo el diálogo, la paciencia y la voluntad de entendimiento logran avances en lugar de recibir mamporros por votar de pataleta y sin permiso o pasarte tres pueblos en lo de que eres 'indepe' mientras descansas en los brazos seguros del papá Estado español. Las contradicciones a la larga se pagan.

Las imágenes televisivas de los mitineros del domingo nos devolvían a aquel mal sueño de los rostros airados pero con el pelo ya canoso (será por los disgustos). Los eslóganes y discursos sonaban a algarada estudiantil añeja de una muchachada talludita que aún sigue en la fase emotiva del asunto. Era cuestión de tiempo, ya lo dijimos. El necesario para madurar mientras se daban contra el muro/barrera común que, esta vez sí, ha sabido hacer este gran país que es España, generosa y comprensiva con una de sus hijas (Cataluña) que aún busca su identidad y su sitio singular, su espacio propio pero en armonía entre los demás miembros de esta gran familia ibérica que, mal que bien, se sobrelleva unida.

Ahora se revuelven contra los suyos. Ya se veía que eran un revoltijo de 'indepes' de circunstancias. Los de la CUP haciendo causa con los antiguos de CiU siempre apestó a relación extraña. Y por fin llegaron los insultos y el 'y tú más' mientras los vecinos pegamos el oído a la pared para ver qué se gritan. Sabíamos que no iban a durar mucho. Y, además el líder saltarín en Waterloo a punto de extradición y chirona. El sainete catalán algo entretuvo, hasta que el pueblo real y sabio se cansó de aquel barullo de señoritos con despacho que, además, cobraba y mucho dando la murga para no salir del absentismo laboral que tanto engancha.

La vía judicial, lenta pero segura, ha ido recordando los límites a estos del lacito amarillo en pecho. No se puede servir a dos amos. Nunca parecieron verdaderos padres de una patria nueva estos protestones con sueldazo que se bajaban del coche oficial para corear consignas contra el que les daba de comer.

Al final, el que paga manda. Y más si es el que más y mejor razona.

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