Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Diálogo

El diálogo institucional debe ser en el Congreso pues allí estamos todos, a través de nuestros representantes

Me ha sorprendido que el Rey, en su discurso sobre la situación de Cataluña, no hiciera referencia al diálogo. Se adscribió con ello a la posición de los que piensan que pronunciar siquiera esa palabra es un signo de debilidad. A mi juicio, no es así.

Estamos inmersos en la más grave crisis que ha sufrido nuestro Estado constitucional. Para salir de ella el camino tiene dos etapas sucesivas: restablecimiento del orden constitucional y diálogo. Lo primero es, evidentemente, restablecer el orden constitucional. Para ello, el Estado tiene instrumentos suficientes, que deberá utilizar con proporcionalidad y menos ineptitud que el 1-O. Si se produce la declaración unilateral de independencia resultará inevitable la utilización de la coerción estatal del art. 155 CE, la declaración de una crisis de seguridad nacional y la actuación de la fiscalía contra los responsables políticos. En cualquier caso, una vez restablecida la normalidad constitucional, el conflicto político seguirá presente, seguramente agravado, y habrá que abordarlo mediante el diálogo.

Pero, diálogo, ¿para qué? y ¿con quién? En relación a lo primero, diálogo para lograr un nuevo pacto territorial. Debe alcanzarse un acuerdo sobre una propuesta de reforma constitucional y estatutaria que pueda ser sometida a referéndum tanto en Cataluña como en toda España. No puede ser diálogo para pactar un referéndum de independencia. Antes de plantear la opción irreversible entre el sí y el no, deben intentarse otras vías menos traumáticas y aún no exploradas. En concreto, una iniciativa de reforma constitucional permite abrir debates sobre contenidos y lanzar propuestas hasta alcanzar un punto de encuentro que sea apoyado por la mayoría. No será fácil pero es el único camino.

La otra pregunta es ¿con quién? No cabe una negociación entre gobiernos con mediadores. Primero, porque supone excluir a los representantes de buena parte de la ciudadanía; segundo, porque significa situar al mismo nivel a quien cumple la Constitución y a quien se jacta de desobedecerla. El diálogo institucional debe ser en el Congreso pues allí estamos todos, a través de nuestros representantes. Es verdad que los independentistas son pocos pero no se trata de adoptar decisiones por mayoría sino de buscar acuerdos amplios.

Por tanto, soy partidario del diálogo pues no creo que exista otra vía para resolver esta crisis. Por ello, no me gustó que el Rey omitiera el término. Sin embargo, tampoco comparto que se hable de diálogo sin recordar siempre que debe garantizarse el cumplimiento de la Constitución por parte de todos. Llámenme equidistante.

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