Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Días extraños

Creíamos eterno el run run de las calles y hoy añoramos aquellos días en que sin saberlo eramos hasta felices

Qué bien nos unen los enemigos comunes. Matizan las diferencias, liman los egos y los codazos habituales y ponen barrios enteros a aplaudir al unísono o a sacar a los balcones las banderas.

Hay incluso asociación de ideas y símbolos. Hace nada era la patria la que sacaba pecho frente al separatismo feroz; ahora es un país entero el que con sorprendente civismo para ser tan del sur combate quieto el mal común que se nos cuela por los respiraderos, difuso, letal, aterrador.

Conmueve la unión cuando se muestra así de espontánea y sincera. Hay espíritu y un combate nuevo en esta inusitada trinchera en los hogares, entre nosotros, porque esta lucha es contra un enemigo invisible que viene a llevárselo todo por delante. Si no la vida, tal vez la hacienda, pero indudablemente la conciencia de que algo debe cambiar en este modelo enloquecido de sociedad al que ya solo se le opone la muerte, rendidos como estamos todos a los valores del poder y del dinero.

De un día para otro hemos pasado del trabajo-ocio a la nada. De sufrir por no tener más a querer al menos permanecer en lo que se tiene. Y mientras mueren uno y otro y otro viene la angustia y la idea de que al menos la vida si que la tenemos.

Vienen semanas duras y mucho tiempo para pensar en ellas. Hay quien se lo toma como uno de aquellos antiguos ejercicios espirituales pero en laico y doméstico, un reunirse con uno mismo en lo oculto y ahí, guarnecido, mirar de lejos e impotente lo que sea que suceda.

Es una guerra contra un virus de fuera y contra el virus que siempre habita en uno mismo. Contra el miedo y la impaciencia en la apatía del encierro. Un espíritu resuena en esta unión y el cierren filas contra el virus. Y se palpa en las redes que, oh paradoja, ahora si que nos unen.

Son días extraños, como aquel título de Loriga, con calles desoladas donde de repente miras hacia arriba y descubres luces aquí y allá encendidas. Y la alegría, ese antídoto para los males, esa impertinente rebelde que no se doblega ni a la rutina ni a este estallido de silencio que retumba en los oídos del paseante. Hay esperanza en la luz al final de túnel que se atisba allá por Honan.

Creíamos eterno el run run de las calles y hoy, instalados en este silencio extraño, añoramos aquellos días en que sin saberlo éramos hasta felices y no lo supimos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios