Dios es del Real Madrid

Mi padre murió hace más de veinte años, pero la otra noche me pareció verlo muy nervioso en una de las mesas de la Peña

Vi la final de la copa de Europa en la Peña del Real Madrid de Bailén. Es un local muy pequeño que está lleno de símbolos del equipo madrileño: bufandas recordando encuentros inolvidables, fotos de jugadores míticos y escudos enmarcados rematados con la corona real. Allí van hombres de campo, trabajadores de los tejares y jubilados a tomarse un vino y a jalear a su equipo cuando hay competición. Y si no, a beber con amigos y comer exquisitas tapas caseras que prepara con especial esmero la mujer del tabernero. Allí iba yo con mi padre cuando vivíamos en la calle Vista Alegre, que tocaba un nombre así de animoso después de haber vivido en las calles Desengaño y Amargura. Digo que allí me llevaba de vez en cuando mi progenitor en aquellos tiempos en los que la posguerra hacía que las infancias y las adolescencias se alargaran más de lo debido. Él para alabar las excelencias de su equipo del alma, acostumbrado a que la victoria sea una rutina, y yo para transmitirle mi desasosiego siempre que jugaba el mío: 'Hijo mío… ¿quién te manda ser del Atlético?', me decía para que me arrepintiera de mi decisión de ser aficionadode un club en el que se sufre hasta cuando no juega. Mi padre murió hace más de veinte años, pero la otra noche me pareció verlo en una de las mesas de la Peña muy nervioso y animando a su equipo. Los muertos siempre salen cuando se les invoca y yo lo invoqué para que estuviera conmigo en aquella cita futbolística que hubiera sido para él tan importante, uno de esos partidos abocados a quedarse para siempre en la retina. Yo esa noche quería que ganara el Madrid solo por ver otra vez a mi padre contento. Allí me lo imaginé con sus colegas de afición viendo cómo el Liverpool tiraba una y otra vez a puerta sin conseguir meter un gol y cómo el Madrid tiraba solo dos veces y conseguía dos goles, uno de ellos anulado no se sabe bien el porqué. En aquel local todos estaban convencidos de que por mucho que pasara, el que iba a ganar la Champions sería el equipo que vestía de blanco. Ya había pasado en los tres partidos anteriores contra tres de los mejores equipos de Europa. Yo era el único que dudaba al ver el empuje del equipo inglés. Cuando terminó el partido, creí escuchar la voz de mi padre que me susurraba al oído:

-Desengáñate, hijo. Dios es del Real Madrid.

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