Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Que Dios se apiade de ti

Sócrates era un señor serio, rajaba de la escritura y no la usó; los sabios de hoy rajan de la red y no dejan de usarla.

Representantes de la "Alta -y vieja- Cultura" se lamentan de que Internet haya dado suelta a tanto tonto. Sócrates también se quejaba, hace 2500, de que la escritura, una tecnología de grabación y transmisión de datos relativamente joven, iba a favorecer el olvido y a crear una casta de personas "que habiendo oído hablar de muchas cosas, sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes", o sea, como los actuales 'tontos' de internet. Pero el filósofo fue coherente, no escribió nada. Vivía Sócrates de dar clases particulares y presenciales a los hijos de los atenienses ricos y la escritura le resultaba un competidor muy serio. Sostenía el maestro que sólo se aprende de verdad en clases orales, debatiendo, discutiendo con los alumnos. Haciéndoles preguntas que llevaran al joven a parir ideas y pensamientos propios. A este método pedagógico se le llamó mayéutica, o sea, el oficio de la partera. La escritura, temía Sócrates, acabaría con el auténtico conocimiento que suscitaban maestros de la oralidad, como él mismo. Pero los críticos del Internet, incoherentemente, suelen usarlo y dejan escapar alguna tontería por las redes. Porque las redes también posibilitan que pase por sabio el que no lo es y por tonto el pensador más encumbrado. Pero, aparte de en tonterías, no escatiman en vesania, impiedad y odio. Hace unos días Echenique -que también delinque, según una sentencia reciente- escribió un tuit sobre la vacuna de Pfizer que no gustó a sus enemigos. E, inmediatamente, lo desposeyeron de la protección del lenguaje políticamente correcto. Alguien habló en Facebook de "la mala leche de los cojos". Otro sentó a Echenique en el sillón del psicoanalista y dio una interpretación de sus motivos. Este alienista ocasional concluyó que este político no está loco "sino que es pasto de la amargura, un desgraciado con una personalidad triste, envidiosa y lamentable, envuelta en amarga bilis -¿pero existe bilis caramelizada?- por ser una criatura contrahecha, presa de su deformidad e impedimentos". Concluyó su post rezando para que, ya que él no podía perdonar a Echenique en esta vida, lo hiciese Dios, en la otra. Lo mismo hacían los inquisidores, antes de quemar al hereje o los verdugos, antes de fusilar al rojo: confesarlos para que no ardiesen eternamente en el infierno.

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