el Descreído

luis J. Pérez

Que Dios le coja a usted confesado

Arracan dos semanas de campaña, prepárese para sufrirlas

EA, ya estamos otra vez. Seis mesecitos han pasado desde la última campaña electoral y ya andamos metidos en faena de nuevo. Empiezan otros quince días de promesas, propuestas, proclamas, provocaciones, prohombres y procaciades verbales. Dos semanitas en las que nos vamos a cansar de escuchar a los candidatos decir que sus programas son los mejores, que sus propuestas son inigualables y aseguran la llegada de una vida mejor llena de gozo y felicidad. El nirvana, el paraíso, el cielo, el walhalla y un par de sitios más condensados alrededor de unas milagrosas siglas. A partir del 26 de junio, si vota usted a cualquiera de los aspirantes a dormir durante cuatro años en La Moncloa ha de saber que el empleo caerá de los árboles, habrá viviendas para todos, subirán las pensiones, el salario mínimo se igualará al europeo y, si hay suerte, hasta puede que le toque una renta mínima por el mero hecho de existir. Así es la campaña.

Todo esto nos lo van a contar en actos pequeños, muchos programas de televisión y a través de un bombardeo en redes sociales que va a alcanzar límites desconocidos hasta el momento. No habrá grandes mítines ni cartelería a mansalva porque dicen los partidos que en esta campaña hay que ser austeros. La realidad es que no hay grandes mítines porque todos corren el riesgo de quedarse mudos ante los aplausos de una masa formada por familia y amigos -y a veces ni eso- debido el calor y el hastío generalizado que cunde en el ambiente. No es que se trate de ahorrar, que nos venderán la moto de que lo van a hacer, es que como el personal está tan harto y la cosa pinta de abstención y oro nadie quiere arriesgarse a caer en un ridículo soberano.

En estos días, además, debe usted andarse con ojo si sale a la calle y se cruza con un candidato o candidata. Y si va con niños aún más. Es posible que tenga mala suerte y, mientras camina huyendo del calor sofocante de Córdoba, Sevilla o Granada o marcha hacia la playa en Cádiz, Málaga, Huelva y Almería, un individuo de sonrisa profidén se avalance sobre usted o su progenie y le regale unos besos y abrazos cargados de amor. Incluso le preguntará sobre su vida, aficiones, condición laboral y, estado civil. Si es osado, incluso querrá saber cómo andan sus padres esta temporada. Todo ello para desearle lo mejor, anunciarle la buena nueva y, qué alegría, regalarle una serie de folletos, pegatinas o globitos para los nenes en los que se vea claro el logotipo de su formación.

Si le ocurre esto no se preocupe. Como el virus de la gripe o el primer ataque de alergia, esta efusión política sólo durará un par de semanas. Después volveremos a lo de siempre. A mirar cada uno por lo nuestro y ellos por lo suyo. Eso sí, con el recuerdo del beso sonoro o el abrazo sudoroso. Y con la sensación de que el descreimiento que nos invade está lejos de olvidarse. Entramos en la campaña. Que Dios le coja confesado y no tenga pesadillas con los besos y abrazos.

bustamante

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