¡Dios mío, que los que salgan no roben!

La abstención permite que a los que no nos quedan ilusión por unas siglas prefiramos ir a tomar un vermú que ir a votar

Llegado a este momento de mi existencia, lo que pido al ir a votar (cuando lo hago, que no siempre) es que los que salgan sean personas honestas que no se corrompan con el poder cuando lo toquen. Recuerdo con qué confianza y solemnidad me acercaba a las urnas en aquellas primeras elecciones autonómicas de 1982, como si fuera a un altar a comulgar o a examinarme ante un exigente tribunal. Eso ha cambiado y en estos tiempos cuando me acerco a una urna lo hago persignándome como si pasara por delante de la Basílica de la Virgen de las Angustias y con un rosario de ruegos en mi mente: ¡Dios mío, que los que salgan no roben, no prevariquen, no practiquen el enchufismo! Si he aprendido algo en la democracia es que los dos grandes partidos de este país han dado muchas pruebas de que son corruptos, de que muchos de sus miembros se han comportado como los del cuento de Alí Babá y de que se han dedicado a taparse los unos a los otros con tal de seguir en el poder. El último caso es el de esa vicepresidenta de la región valenciana que no quería dimitir a pesar de que se ha demostrado que tapó una buena barrabasada de su exmarido, cual es los abusos sexuales a una menor. En estas elecciones yo no he votado y cuando lo he dicho en cualquier foro me han mirado con cierto recelo, como si fuera un blasfemo o un apóstata, a pesar de haberles explicado que no voto por puro escepticismo: no me fío de la mitad de la cuadrilla. Creo que la democracia española lleva ya los suficientes años ejerciendo como para pensar que si te quedas acostado a la hora de votar te expones a que saquen los tanques a la calle o pueda venir a gobernar de nuevo un tal Franco. No. La abstención también es una característica de las democracias bien apuntaladas que permite que a los que no nos quedan ilusión por unas siglas prefiramos ir a tomar el vermú que a meter una papeletita en las urnas. Y que con eso en ningún caso se amenaza los cimientos del sistema. El pasado domingo me pilló la cita electoral soplando las velas de mi cumpleaños, pero cuando me enteré de los resultados me surgió la misma letanía: ¡Dios mío, que los que han salido no roben, no prevariquen, no practiquen el enchufismo! Solo así podré regresar a tener confianza en las urnas.

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