Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Directo y diferido

EL debate de ayer entre Chaves y Arenas se grabó por la tarde y se emitió por la noche. Pero para los espectadores fue como un directo. Y, a bote pronto, parece que ganó Arenas. Pero las apariencias a veces engañan. Chaves mejoró respecto al martes. Los debates políticos en la televisión, como los partidos de fútbol, tienen dos lecturas. Una es la interpretación del espectador en directo o del árbitro en el campo. Por ejemplo, el sábado Iturralde González en Huelva permitió un gol de Raúl en fuera de juego, no pitó un penalti claro sobre Ersen Martin y expulsó injustamente a Beto. Si Iturralde hubiese visto la repetición de las jugadas, a cámara lenta, el Recreativo le habría ganado al Madrid.

Los debates políticos, como el fútbol, analizados en diferido ofrecen otra perspectiva. El encuentro entre Zapatero y Rajoy de la semana pasada me pareció en directo que lo ganaba el presidente, pero después de ver la repetición de los mejores argumentos de uno y otro, creo que el jefe de la oposición dominó en dialéctica. Eso sí, estuvo lamentable cuando dijo que el Gobierno agrede a las víctimas del terrorismo y resultó muy cursi cuando puso el ejemplo de la niña.

Es curioso que el texto literal de su despedida en el debate fuese tan correcto y no haya funcionado. Rajoy dijo que quería que una niña que nazca en España tenga una familia con una vivienda y unos padres con trabajo, que tenga una educación tan buena como la mejor; que se pasee por todo el mundo sin complejos, porque sabrá idiomas y tendrá un título profesional que se cotice; será un heraldo de la libertad, la tolerancia y los derechos humanos; no tendrá miedo a las ideas de los demás y habrá aprendido a respetar los derechos de todos los que respetan la Ley; que sienta un hondo orgullo por ser española, por pertenecer a esa nación tan admirable, que le habrá ofrecido las mejores oportunidades y que habrá sido exigente con ella para que llegara a ser una mujer madura y responsable.

Estábamos ante la versión española del Yes, we can de Obama. Pero algo salió mal. ¿Por qué se lo ha tomado todo el mundo a rechifla y en el PP nadie admite la paternidad de la idea? Le prepararon a Rajoy esta composición poética para dulcificar la imagen de una derecha que ha mostrado durante cuatro años su lado más duro, y para terminar con un detalle humano un debate en el que había estado áspero. Pero el discurso pareció fingido, falto de convicción, leído por un candidato que posaba los ojos alternativamente en el papel, en la cámara y en el marcador del tiempo que había a su izquierda. El resultado fue decepcionante. Si lo hubiese dicho Omaba, de corrido mirando a la cámara, habría salido a hombros. En los directos hay que transmitir emoción, aunque anoche no la hubiese en los ataques de Arenas, ni en la aseada defensa de Chaves.

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