Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Drones sobre Gran Vía

La dama y el rocoso sindicalista retratados juntos el pasado domingo por los drones que 'apatrullaban' la ciudad

Desde que Galileo expulsó a Dios del cielo con su telescopio y lo instaló como refugiado, más o menos querido, en el interior del corazón de las criaturas, el espacio aéreo está muy percudido. Drones, platillos volantes, satélites artificiales, cazabombarderos, misiles atómicos… En fin, nada que se pueda comparar con la Gloria, de la que casi siempre han llovido bendiciones, lluvias nutricias o alimentos probióticos y paleodietéticos, como el maná bíblico. Hay drones administrativos y fiscales, como los que despliega Hacienda por toda la provincia, para detectar edificaciones no declaradas por sus dueños. Gracias a ellos, la Agencia Tributaria ha advertido que los dueños de viviendas tienden a no informar al fisco, cuando las amplían. La adscripción de los drones que vigilaron la manifestación del pasado día 15, es incierta. Desde luego, drones particulares no eran. A estos se les tiene prohibido volar sobre aglomeraciones de personal. Y las multas por hacerlo son cuantiosas. Pero las administraciones, la autonómica o la estatal, deben estar seguras de que sus técnicos no les van a fallar y que no dejarán caer sobre el público ninguno de estos artilugios aéreos no tripulados. Por ahora, no se advierten intenciones letales en los operadores de estos aparatos. La gente, que ha oído que EE UU usa estos inventos como armas de guerra para aniquilar a sus enemigos (y entornos), miraba al cielo con algo de temor. Ahora, los gabinetes sociológicos dependientes del Estado se ocupan en procesar e interpretar los datos que les suministraronesos chirimbolos. A ver cómo explican la presencia de numerosas damas con abrigos de visón entre los manifestantes; codo con codo con el rocoso sindicalista del metal que antaño acudía al Primero de Mayo con un mortero que disparaba inclemente, asustando a los compañeros, y que ahora sólo usa un silbato. Seguro que concluyen, los sociólogos, que ese es precisamente uno de los logros de la Sanidad Pública; que, como ha llegado a ser mejor que la privada, ha servido de punto de encuentro de las clases sociales y de las diversas etnias que conviven pacíficamente en nuestro país. En el hospital, han coincidido el patriarca de un clan gitano y la dama de rastrillo navideño. Eso ha hecho que se conozcan los contendientes sociales y políticos y ha dulcificado las diferencias. Cuando el entierro de los abogados de Atocha, asesinados por ultraderechistas en 1977, el Rey sobrevoló el duelo en helicóptero: el orden y el gran número de asistentes aligeró la legalización del Partido Comunista y facilitó la Transición. ¿Habrá tomado nota, vía dron, Susana Díaz de que, si no arregla el problema de la Sanidad en Granada, puede peligrar su carrera política y, lo que es más grave, de que su incompetencia puede soliviantar a los, hasta ahora, pacíficos manifestantes?

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