CON el año nuevo llegan los planes. A mí, como decente docente, una de las cuestiones que más me preocupa es la educación. Hace unas semanas, cuando Zapatero empezaba a hacer balance y proyectos, comentó que la ley de Educación no iba a cambiar y que sólo se iba a trabajar sobre la base de lo ya legislado. Es evidente que eso lo decía sobre la base de un triunfalismo pacato, inconsciente y ladino. Todos somos conscientes de que las leyes de educación, desde Felipe González incluido, han sido cada vez peores y que la media nacional ha volado tan bajo que ya no puede dar a la caza alcance. Andalucía es la región europea peor calificada en cuanto al nivel educativo y España, en general, mantiene una vergonzosa posición con respecto al resto del continente. Puestos a decirlo de un modo poético, cabría aquí lo de "cualquiera tiempo pasado fue mejor", pero esta frase terrible esconde una realidad políticamente incorrecta aunque más real que mis huesos, porque el tiempo anterior a la democracia fue una dictadura. También el régimen tiránico de Fidel Castro creó el mejor sistema educativo de toda la historia de esa isla de la mayoría de las islas del mundo.

No sé si ésta es una ley general que responde al refrán de "la letra con sangre entra", pero me parece que la transición generó un falso concepto de democracia, referido a la educación, que ha hecho mucho daño al acervo cultural del español medio. "Democracia" se identificaba con "todos somos iguales" y eso significaba que nadie podía sentir el trauma del suspenso y que las notas, que diferencian de un modo natural a unos de otros, deberían pasar a un segundo plano, cambiando estratégicamente los números por eufemismos absurdos como "progresa adecuadamente".

Todo eso lo hemos notado los docentes universitarios los últimos quince o veinte años. Los alumnos llegan a primero de carrera con una base esclerótica de cultura general y de las materias propias en particular. Y la ausencia de contenido en las neuronas crea a la vez un desinterés que se retroactiva como la pescadilla que se muerde la cola. Y por eso hay tantos adolescentes que sólo saben de la Play Station o la última discoteca que se ha abierto, pero no han leído un libro en su vida, ni les interesa la diferencia entre una república y una monarquía, ni saben lo que es una enzima.

También puede ser que, secretamente, Zapatero haya pensado no hay que cambiar las leyes porque siempre se puede ir a peor. En eso hasta le daría la razón, pero dice muy poco de quien tiene la responsabilidad de que los 44 millones de españoles seamos un poco menos tarados.

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