Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Educando en temores

No solo educan Escuela y familia, también lo hacen, a lo bruto, la guerra y la Naturaleza agredida

La educación es la acción ejercida por los mayores sobre los chicos para que anden el camino sin demasiados tropiezos; inculcándoles, en definitiva, el principio de realidad. Explicándoles que los bienes son escasos y que, para conseguirlos, hay que trabajar duro. Procurando no acaparar más de lo necesario para vivir pasablemente. O sea, limpicos, bien comidos y aceptablemente vestidos, para protegerse del sol y de la lluvia, sin necesidad de trajes de neopreno o cremas solares de factor engrudo. También, vienen obligados padres y educadores a explicarles a los chicos que hay una ralea de personas que creen merecerlo todo y que se pasan el principio de realidad por el lazo del toisón. Pueden resultar extremadamente dañinos, sean eméritos, aforados, banqueros, iluminados independentistas, patriotas de banderita y pendón, fanáticos de toda laya, terraplanistas, negacionistas o power dependientes. En el forcejeo social (que unas veces nos hace estar abajo; otras, en medio y, raramente, arriba), solamente parecen contentos y apaciguados, cuando están arriba, aupados sobre los demás. Hay procedimientos educativos extremos, son las guerras y las matanzas que explotan cuando muchos exigen lo más necesario y unos pocos se lo niegan; o cuando alguien intenta crear un imperio, invadiendo las naciones vecinas. O colonizar territorios lejanos, expulsando o aniquilando a sus legítimos propietarios. La Naturaleza también se encrespa, si se la agrede, y reacciona, pedagógicamente, disparando letales virus de advertencia. Después de la brutal acción educativa que supone una guerra, entre los vencidos, el pueblo llano se traga sus justos anhelos de igualdad. Pero es que, entre los vencedores, el pueblo llano, apremiado por el principio de realidad, entra en standby, tras comprobar que ha recibido lo más deleznable del botín, pese a haberles hecho el trabajo sucio a los auténticos beneficiados por la victoria: en las trincheras, en los pelotones de fusilamiento, en los guetos y en los campos de concentración y exterminio. Y permanecerá silente, disfrutando de las migajas de la triunfo, hasta que otra casta, o la misma, lo active y lo encuadre en la próxima (y ajena) empresa. Las pandemias, por el contrario, no dejan ni vencedores ni vencidos. Pero sus enseñanzas suelen olvidarse pronto, con la primera vacuna.

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