El termómetro

ENRIQUE NOVI

Efecto llamada y otras falacias

HABLÁBAMOS del repugnante circunloquio que tuvo que dar Jorge Fernández Díaz para camuflar lo que realmente estaba diciendo al día siguiente de que naufragaran y murieran más de 900 personas cerca de Lampedusa: acudir al rescate de esos desgraciados constituía un efecto llamada muy contraproducente. Es casi más provechoso procurar no verlos, porque las leyes de la mar obligan al socorro.

Hasta el siglo XIX el Atlántico fue un inmenso cementerio que no dejó de aumentar hasta la abolición de la esclavitud. Se calcula que un 25% de los millones de africanos arrancados por la fuerza de su tierra morían durante la travesía hacia América y eran arrojados sin contemplaciones por la borda. En el XXI hemos cambiado el océano por el Mediterráneo, pero admitamos que el sistema se ha perfeccionado al punto de que los civilizados occidentales (los que decidíamos que los indígenas americanos tenían alma, pero no los negros africanos), ya no necesitamos ir a cazarlos a África. Ahora vienen solos hipnotizados por nuestro oropel.

Esta semana la sin par Esperanza Aguirre ha mostrado el colmillo insaciable y desalmado del pensamiento ultraconservador, e impostando el más melifluo de sus tonos, ha utilizado la palabra erradicar, no para referirse a la pobreza sino directamente a los pobres, que hacen sufrir a los turistas. Primero los engañan para que se entrampen de por vida. Cuando han dedicado hasta la última gota de su sudor a trabajar para el banco, los expulsan de sus casas. Y cuando ya sin techo se refugian en los cajeros, los soportales o bajo un puente, viene Aguirre a hacerles ver con buenos modales que ahí también estorban. En la vista del caso de Terra Mítica en Benidorm, ayer declaraba Alfonso Gómez, un indigente alcohólico que admitió haber aceptado figurar como gerente de una de las empresas implicadas a cambio de un sitio para dormir. Ahora entiendo a qué se refería Aguirre cuando incluía a las mafias en su ecuación sobre la pobreza.

Ayer se fue Monedero con sus 420.000, mientras los Federico Trillo, Martínez Pujalte o Agustín Conde siguen dando excusas y considerando una cacería intolerable que nos les permitan ganarse la vida. Por si faltaba algo anteayer Rafael Catalá va y propone castigar a los medios que publiquen filtraciones judiciales de casos de corrupción. Un ejercicio de cinismo, si consideramos que muchas de ellas son interesadas y provienen de su partido. No me extraña. Que le hayan dado una cartera debe ser un premio a su repugnante actuación en el caso del Alvia, cuando siendo él secretario de estado de infraestructuras se encargó de ocultar bajo la alfombra cualquier responsabilidad más allá de la del pobre diablo del maquinista.

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