El lanzador de cuchillos

Elliott en la Feria

Le pregunté por su discípula Cayetana: "No le auguro un futuro muy halagüeño. Es demasiado brillante"

El historiador Sir John H. Elliott y su esposa Lady Oona viven junto al Támesis a las afueras de Oxford, en una casa con jardín repleta de libros y pintura española del Siglo de Oro. Desde allí, el veterano matrimonio se desplazó la semana pasada a Granada para participar en la Feria del Libro que dirige con notable éxito el músico indie Nani Castañeda.

El profesor Elliott, modelo de lucidez, rigor y honestidad intelectual, presentaba su último ensayo, Catalanes y escoceses: unión y discordia, editado por Taurus, en el que el celebrado autor de La rebelión de los catalanes analiza las similitudes y los contrastes entre las experiencias escocesa y catalana a lo largo de los últimos quinientos años.

Alto, enjuto, vestido con camisa mostaza, corbata mostaza y sin chaqueta, Elliott compareció en el Espacio Central de la FLG para desgranar, en un español lujoso, lastrado por un acento inglés muy marcado, una obra que ha merecido alabanzas y críticas de medios tan reputados como The Economist -las alabanzas- y The Times -las críticas-.

El insigne hispanista, Premio Príncipe de Asturias en 1996, lamentó que, desde Pujol, los planes de estudios de la Generalitat hubiesen manipulado la historia con fines políticos, habiendo formado a toda una generación de jóvenes catalanes con una visión del pasado deformada, pero también que el resto de España haya mirado siempre a Cataluña con cierto recelo. Para un oyente -o un lector- poco atento podría pasar por un equidistante.

En el turno del público, le pregunté si no creía que el independentismo es siempre la rebelión fiscal de los ricos. "Sí, es lo más habitual", respondió sonriente. "Pero se equivocan si piensan que separándose de España van a eludir la solidaridad fiscal que corresponde a quienes más tienen: en la Europa a la que quieren seguir perteneciendo hay muchas regiones pobres a las que tendrán la obligación de socorrer", añadió.

Terminado el acto, me acerqué para saludarle y que me firmara el libro. Mientras lo hacía le pregunté por su discípula Cayetana. "Espero que tenga suerte en su vuelta a la política", comentó sin demasiada convicción. Le repliqué que en España nos pasamos la vida pidiendo que a la política lleguen los más preparados y cuando personas con el bagaje cultural, la firmeza de convicciones y la capacidad dialéctica de CAT dan el paso nunca se lo perdonamos. Entonces, Sir John dejó el bolígrafo sobre la mesa donde firmaba, levantó la cabeza y reprimió una mueca de fastidio antes de hacerme esta confesión: "La verdad es que yo tampoco le auguro un futuro muy halagüeño. Es demasiado brillante".

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