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Luis Chacón

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Elogio de un demócrata

El discurso de McCain de aceptación de la derrota es una magistral alabanza al juego limpio político

Cuando los acordes de Danny boy, la vieja tonada irlandesa, rompieron el impresionante silencio de la Catedral de Washington, la emoción embargaba a los asistentes al funeral del senador McCain. En primera fila, homenajeando a quien fuera su adversario político, estaban los expresidentes Obama y Bush Jr. Uno, lo derrotó en las presidenciales de 2008 y el otro, en las primarias republicanas de 2000. McCain les pidió que asistieran, al igual que prohibió la presencia del presidente Trump, lo que fue una bendición para la salud mental de los asistentes y de quienes siguieron las exequias por televisión.

McCain era un héroe americano. No sólo porque luchara en Vietnam y cayera en manos de los norvietnamitas que lo torturaron durante cinco años; también porque se negó reiteradamente a ser liberado en un canje de prisioneros que, siendo como era, el hijo de un Almirante de cuatro estrellas, hubiera sido todo un golpe mediático para los enemigos de su patria. En una muestra más de su bajeza política, el presidente Trump negó su heroísmo porque había sido capturado. Y lo decía, con total desvergüenza, quien había alegado hasta alguna dudosa enfermedad para evitar su reclutamiento.

McCain era un republicano conservador. Un auténtico representante de la derecha tradicional estadounidense. Pero antes que nada, era un demócrata. Orgulloso de su país y del sistema político que hace más de dos siglos gestaron los Padres Fundadores y que se basa en una férrea defensa de la libertad individual y de las libertades públicas. La democracia no trata de imponer las ideas propias. Busca convencer a la mayoría de su bondad, respetando a las minorías que no las comparten. La democracia une y suma, ni desune ni resta. Busca el objetivo común aunando los individuales. Y lo hace desde el compromiso libre y voluntario de todos. Por eso, el discurso del exvicepresidente Biden elogiaba con emoción la amistad de cuarenta años con quien disentía en casi todo, menos en los principios. Cuando Obama fue acusado de ser árabe y extranjero, en lugar de aprovechar el bulo en plena campaña y hacer lo que cualquier politiquillo trapacero, defendió al adversario de los infundios de los extremistas. Perdió. Pero lo hizo con honor. Su discurso de aceptación de la derrota es una magistral alabanza al juego limpio político. Elegante, mesurado y respetuoso. Descanse en paz. Y ojalá cunda su ejemplo entre todos.

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