Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Emergencia democrática

El Planeta se encuentra en una auténtica emergencia climática. Y España, además, en situación de emergencia democrática

Los habitantes de Pompeya que no abandonaron sus casas, pese a las amenazantes señales que la Tierra y el Vesubio les venían enviando desde, al menos, dos meses antes de la erupción del 24 de agosto de 79 d.C., sucumbieron fatalmente. Los que, asustados, huyeron, se salvaron del repentino cambio climático que calcinó la ciudad. La erupción solo mató a 2.000 de los 6.000 habitantes de Pompeya. No sé si en 2019 está al alcance de la humanidad huir del cambio climático que la amenaza, no tan repentino como el pompeyano, pero cada vez más cierto. Ni terremotos ni ondas piroclásticas de origen volcánico nos acechan ahora, como a los pompeyanos, pero sí, según la revista Nature, estos nueve fenómenos, al parecer irreversibles, que afectarán profundamente al clima: la desaparición del hielo marino ártico, de la capa de hielo de Groenlandia, de los bosque boreales, del permafrost (capa de suelo permanentemente congelado en regiones frías), del sistema de corrientes del Atlántico, de la selva amazónica, de los corales de aguas cálidas, de la capa de hielo antártico occidental y de partes de la Antártida Oriental. Los sapiens, y no solo los meteoritos, podemos acabar ya con la vida sobre el Planeta. Nos encontramos, pues, en plena emergencia climática. Y, a los españoles, ¡oh, míseros de nosotros!, nos va a coger, también, en plena emergencia democrática que, de no resolverse, amenaza con acabar con la feble, insuficiente y corrupta democracia que "nos dimos", tras la muerte del dictador. Los puntos de inflexión son tan evidentes como los del cambio climático: la judicialización de la política; el intento de meter en el código penal, de ilegalizar al adversario y de expulsarlo, a él y a sus votantes, del escenario. El enloquecido bucle electoral, la corrupción institucionalizada y sostenida por votantes fieles. Un Gobierno en funciones, ineficaz y paralizado, atento sólo a conservar las sobras de poder que Europa y la deuda exterior le arroja para que se entretenga, devorándolas y disputándoselas con los otros candidatos. Y una amenaza cierta: la de unas nuevas elecciones que auparán a los partidos ultramontanos a la cima del Estado. La erupción de Vox debería advertirnos de la catástrofe que nos asfixiará, si no somos capaces de huir cuanto antes de la actual emergencia democrática.

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