Manías

erika Martínez

Entretener a los zares

TRAS varios escarceos con la poesía política, no muy del gusto del zar Alejandro I, Alexander Pushkin estuvo a punto de terminar en Siberia. Quizás por su procedencia aristocrática, aquel exilio terminó efectuándose en márgenes más amables del Imperio Ruso. Uno de ellos fue Crimea. En aquel rincón tártaro, Pushkin escribió durante la segunda década del siglo XIX poemas paisajísticos, de aliento orientalista y muy influenciados por Lord Byron. Crimea era, en su imaginario cultural, un espacio de transición entre la tiranía zarista y la libertad sureña que Eugene Onegin, protagonista de su célebre novela en verso, situara en una utópica África. El bisabuelo de Pushkin fue un príncipe etíope secuestrado de niño por esclavistas y educado en Rusia por el mismísimo Pedro I. Esa peculiar conexión no le impidió a Pushkin escribir en 1818 un poema donde decía: "Yo no nací para entretener a los zares".

En unas notas sobre Pushkin, Nabokov redujo su herencia africana a cierto interés etnográfico, mostrándose suspicaz hacia la forma en que el romántico ruso magnificó la importancia de su ancestro etíope. Más literaria en su interpretación, la poeta rusa Marina Tsvetaeva escribió todo un ensayo sobre la africanidad de Pushkin, concebida como una genealogía voluntaria de enormes consecuencias estéticas, políticas y humanas. La negritud del poeta no era para ella un color de piel, sino un constante desafío a la autoridad. Dentro de su contexto, puede entenderse el esencialismo naíf que desprenden algunas de las aseveraciones de Tsvetaeva: su ensayo fue escrito en París, en 1937, como una reacción explícita al incipiente monstruo racial hitleriano.

Durante muchísimo tiempo, Pushkin fue asociado en Rusia a la lucha contra el imperialismo y a la necesidad de trascender las nacionalidades. Crimea era y sigue siendo un lugar donde colisionan el imperialismo ruso y el nazismo europeo, las tensiones nacionalistas y la posibilidad de vivir atravesados por varias nacionalidades. En unos versos censurados por el zarismo, decía Pushkin: "Vacío se ha quedado el mundo. ¿Adónde / me llevarás ahora océano. / En todas partes el destino de las gentes es el mismo: / allí donde una gota de hermandad existe / monta guardia el ejército o el tirano".

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