Envidia sana

El libro que más expectación levanta en la 'rentrée' francesa es 'Capital et idéologie', de Thomas Piketty

Resulta envidiable la capacidad francesa para convertir la cultura en una industria, sin dejar por ello de ser una cultura brillante, exigente y vivida con pasión. En estos días se inicia el rito de la rentrée literaria, que abre el otoño y un periodo ávido de lecturas. Todas las obras recién publicadas parecen alinearse de manera compulsiva en librerías, en periódicos y otros medios para competir en los próximos meses y ganar el aprecio de los públicos. Unos autores tendrán su momento para salir del anonimato, otros deberán confirmar su prestigio anterior, porque debatir sobre estos libros será una apuesta que obtendrá en los sillones particulares de las casas francesas su fallo.

Este año, sin estar en la calle, ya figura un libro como favorito para reclamar la atención de la crítica y ser analizado de manera pormenorizado en todos los foros (y no sólo de especialistas): Capital et idéologie, de Thomas Piketty. Su acogida -de momento, en Francia; en noviembre, traducido, en España- está garantizada por varios motivos. Por una parte, para comprobar si mantiene las máximas expectativas creadas por su obra anterior, El Capital en el siglo XXI, publicada en 2013, traducido a innumerables idiomas (en RBA, en español) y que superó una venta de más de dos millones de ejemplares. Dato que para un libro de economía sorprende y admira. Pero, además, cabe esperar que la bien engrasada maquinaria de la industria cultural francesa se disponga, gracias a Piketty, a llenar un vacío que despertaba celos en el panorama intelectual francés. Sin indagar hacia atrás, no es exagerado decir que, una vez finalizada la Segunda Guerra, el pensamiento occidental estuvo marcado por el sello determinante de Francia. Sartre y Camus iniciaron una saga que continuaron Aron, Barthes, Levi-Strauss, Lacan, Foucault, Deleuze, Bourdieu, Derrida, configurando una sólida lista de Maîtres-à-penser, una denominación ideada por los franceses para reconocer a pensadores capaces abrir un nuevo cauce en su especialidad. Pero que incluye también una nueva visión y propuesta de convivencia social. Con la lista francesa enumerada -nombre más, nombre menos- se abarcan todas las ciencias sociales, menos una: la economía. Ésta se resistía a aportar un nombre en consonancia con los otros citados. Por fin, Piketty, está a punto de suplir este vacío. Y da verdadera envidia (una envidia sana) ver cómo en este país vecino, la izquierda y la derecha, se movilizan -y despliegan en sus periódicos, páginas y páginas- para que este economista (sus obras y las disputas que promueven) consiga rellenar el hueco intelectual que faltaba.

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