La bitácora

Félix De Moya

Erasmus iberoamericano

CUANDO todos los países latinoamericanos están celebrando el bicentenario de su independencia, resulta particularmente oportuno recordar que la pésima gestión que hizo España de aquel proceso histórico dio como resultado un periodo de desconexión y desconfianza que aún hoy tratamos de restañar con desigual fortuna. La verdad es que esta relación de amor y odio alternativos que los países latinoamericanos mantienen con nosotros, tiene muy posiblemente su origen en que nos hemos comportado en ocasiones más como madrastrona que como Madre Patria generosa y . Por esto, la noticia de que casi mil rectores iberoamericanos se han reunido en Guadalajara (México) dispuestos a compartir lo que el conocimiento, la lengua y los objetivos comunes les permitan, es una noticia feliz. Si, tras doscientos años de independencia, los rectores de las universidades iberoamericanas allanan el camino para que las jóvenes generaciones se encuentren para algo más que jugar al futbol y hacer negocios, bienvenidos sean los académicos capaces de mirar un poco más lejos que lo que duran sus mandatos.

A semejanza del programa Erasmus-Sócrates de la Unión Europea, se pretende desarrollar un gran proyecto con financiación pública y privada que permita a los estudiantes mejorar su formación en universidades distintas a las suyas de origen al tiempo que adquieren conciencia de la comunidad cultural de la que forman parte. Como se ha dicho en estos días, es muy posible que haya quien piense que momentos económicos tan difíciles como los que vivimos no son los mejores para imaginar proyectos tan ilusionantes, tan necesarios y, al mismo tiempo, tan costosos. Sin embargo, yo me apunto al carro de los que dicen que son precisamente estos momentos en la historia de los pueblos los que han alumbrado las más visionarias y, al mismo tiempo, alentadoras ideas para mejorar la vida del hombre. Si conocerse mejor, aprovechando nuestro viejo linaje común, nos permite enfrentar los problemas de las desigualdades sociales, los del medioambiente amenazado y los de la violencia de cualquier signo, deben nuestros gobernantes hacer cuanto esté en su mano para facilitar ese conocimiento mutuo. Aunque no debamos renunciar a la esperanza de que algunos de esos problemas sean resueltos aquí y ahora, es necesario que vayamos preparando a las nuevas generaciones, las que gobernarán nuestra herencia, para que afronte, libres de la carga de la incomunicación y la desconfianza, la solución de los grandes que amenazan al género humano hoy.

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