Escarabajos británicos

Los ingleses han tenido la habilidad de hacer buenas y nutritivas pelotas con las propiedades de los demás

Hace pocos años se ofrecía en la londinense casa de subastas Sotheby´s un magnífico retrato al óleo, de primerísimo plano, del que fue autor el gran discípulo de don Francisco de Goya, el valenciano Francisco Esteve, que representa el rostro de un importante paisano mío, lucentino, don Martín Antonio Álvarez de Sotomayor y Soto-Flores, capitán general de los reales ejércitos, I conde de Colomera, que vivió entre 1723 y 1819, fue ministro de Carlos III y Carlos IV y participó en todas las conflagraciones que sostuvo España en Europa en ese tiempo, entre ellas la que fue contra la corona británica que, aunque debiera haber terminado con la firma del 'Tratado de París', en 1763, de facto prosiguió hasta 1783 en que se retiraron, definitivamente, las tropas españolas que habían permanecido en orden de batalla, frente a Gibraltar, durante cuatro años, casi todos ellos mandado su estado mayor por este militar que trató, infructuosa pero tenaz y valerosamente hacer valer los derechos de España sobre la roca, ocupada por los británicos, como se sabe, desde la firma del Tratado de Utrech, con el que se dio fin a la Guerra de Sucesión en España, instaurando a los Borbones en el trono.

Durante estos días pasados en que se nos ha asaltado informativa e insistentemente en prensa, televisión y radio, sin misericordia alguna, sobre mil y un aspectos -y muchos más- de la vida de la escandalosa e insidiosa familia real británica, con ocasión de la muerte y entierro de la reina Isabel II y viendo, precisamente, el regio féretro rodeado de todas las demás testas coronadas europeas, los registros de mi memoria no tuvieron más remedio que traerme a colación la imagen de otro fantástico retrato que -de mi antes mencionado paisano- se custodia y muestra en el museo del Prado, en este caso de cuerpo entero y uniforme de gran gala, en su doméstico despacho, rodeado de pinturas que representan, precisamente, cómo se desarrollaron, bajo sus órdenes, las últimas acciones militares para tratar de recuperar ese territorio español, que es el Peñón de Gibraltar y cuya devolución se determinó fuese luego, por vía diplomática, hace ya doscientos treinta y nueve infructuosos años, lo haya dicho la ONU o el tribunal internacional que se tercie.

Y así prosigue permaneciendo suelo español, bajo pabellón británico aún. Mientras, dos generaciones del árbol de la monarquía de España rendían, no obstante, póstumo homenaje, en la Capilla de San Jorge del castillo de Windsor, a esta reina de los ingleses, los mismos que siempre han tenido la habilidad de los escarabajos, al saber hacer buenas y nutritivas pelotas, sea por mar o sea por tierra, con los excrementos -en este caso con las propiedades- de los demás. Muy inglés todo. ¿O no?

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