El balcón

Ignacio / Martínez

España en el diván

EL escritor Juanjo Millás le dijo una vez que escribía sobre política nacional con la misma media distancia que utilizan los corresponsales extranjeros. Añado de mi cosecha que escribe con una calidad literaria comparable a una templada media verónica. Es mi cronista político favorito. Enric Juliana, jefe de su delegación de La Vanguardia en Madrid, ha escrito varios ensayos sobre España y RBA acaba de juntarlos en un solo tomo: España en el diván. Les recomiendo este sugestivo repaso de la década 2004-2014, que nos llevó de la euforia a la desorientación.

Enric volvió a España en el 2000, tras ser corresponsal en Italia y le chocó la juerga consumista española, frente al recato italiano. Publicó en 2006 La España de los pingüinos: en la época de Tito, en Yugoslavia se podía poner en el pasaporte que uno era yugoslavo o serbio, croata, esloveno, bosnio... Y sólo el 8% de la población elegía yugoslavo; a esta minoría se la conocía como los pingüinos. Ese libro pretendía ser una visión antibalcánica del porvenir español y concluía que la concordia interna era posible. Ahora el autor considera que hay riesgo de balcanización y constata que la concordia está hecha añicos.

Pero también nos recuerda que el PIB español sigue estando por encima del billón de euros y que España es uno de los países del mundo que más ha acercado su renta a la de Estados Unidos en los últimos 60 años. Eso sí, se dejó seducir por la construcción y desatendió la industria. Y hay advertencias que no se supieron detectar en su momento: los barrios de Barcelona más señalados en las protestas contra la guerra de Iraq en 2003, los de clases medias, son hoy los que tienen sus balcones más llenos de esteladas. Intuían las inseguridades que venían. No todo es soberanismo en el catalán emprenyat (cabreado), término acuñado por Enric que hizo fortuna.

La deriva española (2009) hace la foto de la España que se metió en la crisis, en la que ni el Gobierno ni los banqueros querían oír mencionar la palabra tabú. Fue entonces cuando se inició el deterioro del prestigio de las instituciones, del que sólo se salvan pequeños empresarios, los cuerpos de seguridad, científicos, médicos y maestros, las ONG, Cáritas (no los obispos, ni la Iglesia como institución) y el Príncipe de Asturias.

En Modesta España (2012) que cierra esta trilogía el autor dibuja un español del futuro a imagen y semejanza del Caballero del Verde Gabán, personaje del Quijote. Su tesis es que España no regresará a las altas cotas de consumo, especulación y hedonismo de las últimas décadas. Y debe convertirse en un país modesto, industrioso, trabajador, ahorrador; aunque la modestia no siempre ha tenido aquí buena prensa: no es apreciada en los despachos y ni bien acogida en el alma popular.

Es la visión de España de un catalán nada fundamentalista. Un hombre que practica con maestría la media distancia y la media verónica.

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