España mola

Identificar a España con una sociedad democrática, abierta y moderna es la primera de las tareas pendientes

Los Presupuestos del Estado son la base sobre la que se construye la acción de todo Gobierno; que el presidido por Sánchez los haya pactado con dos fuerzas, ERC y Bildu, que se jactan de querer acabar con España tal y como la conocemos, es como si encargásemos los arreglos de las grietas de nuestro hogar a unos albañiles que ofrecieran como solución la demolición de éste. Que el PP y Ciudadanos (éstos al menos parece que lo han intentado) no hayan facilitado al PSOE la búsqueda de otras posibles soluciones, muestra su escaso sentido de Estado. Porque tener al país sin Presupuestos, con la Justicia paralizada y la acción política dividida hasta extremos surrealistas en los tiempos de una cruel pandemia no es tampoco solución alguna. Igual reproche cabe hacer al Partido Socialista, en el que caben tantas almas que han acabado por admitir como propia la de un partido, Podemos, que es antisistema en muchos de sus postulados. Los grandes beneficiarios del desbarajuste son quienes desde planteamientos contrarios al régimen constitucional imperante y votado mayoritariamente por la ciudadanía pescan en este río revuelto para avanzar en sus hojas de ruta hacia un Estado diferente al actual.

No se trata de alarmar como hacen los profetas del apocalipsis y aventurar que estamos ante la conversión en breve de nuestra democracia en una dictadura comunista propia del siglo pasado. Quienes piensan así están necesitados de unas buenas vacaciones y de inyecciones de espíritu democrático; por la sencilla razón que todas las ideas que se defienden pacíficamente y se ven respaldadas por los votos de la ciudadanía son respetables. Y eso incluye a quienes desean un estado diferente al actual. Pero una cosa es aceptar las ideas de los otros y otra muy diferente es equivocarse reiteradamente a la hora de combatirlas para defender las propias. En Cataluña y en el País Vasco, la idea de España como vínculo común ha retrocedido no sólo por la acción de sus gobiernos autonómicos, sino por la dejación de los ejecutivos centrales, tanto del PSOE como del PP. Identificar a España con lo que en verdad es, una sociedad democrática, abierta, moderna, en la que caben sentimientos, lenguas e ideas diferentes; y no con la imagen de sociedad choni e intolerante que sus enemigos pretenden inculcar en sus seguidores, es la primera de las tareas pendientes. Y a superarla ayudaría y mucho que los principales líderes de nuestro país comenzaran por consensuar y decir bien alto y en público que coinciden en que "España es manifiestamente mejorable, pero nos gusta".

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