Crónica levantisca

Juan Manuel Marqués Perales

La España B

ESPAÑA ya no huele a pan, sino a boniato podrido. Aquello que comenzó con la pestilencia de unas hipotecas basuras saltó a Europa en forma de recesión y a España, en un devorador de empleos y de bienestar que nos colocan al precipicio del un pasado de los primeros capítulos de Cuéntame. Pero lo peor ya ha llegado: la crisis institucional. Le oí decir una tarde al jurista Santiago Muñoz Machado que éstas son las peores: más dañinas que las económicas, porque terminan por destruir a un país. Jefferson sostenía que cada generación necesita una nueva Constitución. La caída electoral del PP va acompañada del encefalograma plano del PSOE: ni sube ni baja, sino todo lo contrario. CiU, partido esencial en la construcción de la democracia española, está atrapado entre la enajenación mental y la corrupción de sus pujoles y duranes. Rajoy y Rubalcaba están cansados, y se les nota, como el Rey, y hay una generación de entre los cuarenta y los cincuenta esperando, oportuna para refundar España, una que barra esta España B, de contabilidades paralelas y de partidos políticos omnipresentes. La Transición tuvo que hacerlos fuertes cuando la situación era débil, pero la condición necesaria, que no suficiente, es que se abran en canal, que cada lista sea elegida desde sus militantes y el votante goce de libertad para votar en abierto. Esto se acaba.

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